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Historias del siglo. En el cambio de centuria y de milenio hemos sucumbido a la tentación de volver la vista atrás, y lo hemos hecho a través de unos trazos certeros y de una mirada cómplice. Justo Isasi fue devoto del cómic y dibujante vocacional antes que arquitecto, profesor de Proyectos en la Escuela de Madrid o miembro fundador y articulista habitual de AV y Arquitectura Viva. Como Louis Hellman, Hellman, o Gustav Peichl, Ironimus, Justo Isasi, Focho, es un arquitecto dibujante de arquitecturas. En 1991 inauguramos en esta revista una sección que desde entonces ha sido fija, en la que Focho asocia a un arquitecto conocido con una historieta famosa. Las primeras viñetas mostraron a Norman Foster con Tintín en una veloz carrera en jeep hacia una plataforma de lanzamiento como el banco de Hong Kong, que enviaría a la luna un cohete igual que la torre de Collserola; a Peter Eisenman y a Little Nemo extraviados en un Wexner Center vuelto del revés; o a James Stirling con la Alicia de Lewis Carroll soportando una regañina de la Reina.
Muchas otras figuras consagradas han compartido desde entonces protagonismo con héroes de papel: por coincidencia cronológica, como la que favoreció el encuentro, en 1995 y con motivo del año del cine, del anciano Frank Lloyd Wright de la Casa de la Cascada con la hermosa Blancanieves de Walt Disney, primer largometraje de dibujos animados que se estrenó, como la casa, en 1937; por afinidad expresiva, como la que emparejó al gallego Alejandro de la Sota y al rumano Saul Steinberg, que compartieron una visión irónica y distanciada, una sensibilidad refinada y una búsqueda constante de la mínima intensidad expresiva; o incluso por proximidad ideológica, como la que propició la cita amorosa de un italiano melancólico, Aldo Rossi, con la Valentina liberada e izquierdista de Guido Crepax en el Lido de Venecia.
Desde el inicio de la sección han aparecido más de medio centenar de historietas dedicadas a figuras históricas cuyo magisterio es indiscutible, y a otras contemporáneas que han estado o están en el primer plano de la actualidad. Con ellas se ha compuesto un fresco que reúne a cincuenta nombres de la arquitectura con otros tantos héroes dibujados, jugando al intercambio de realidades construidas y personas de carne y hueso por ficciones dibujadas y personajes imaginarios. Aunque se ha procurado equilibrar el elenco final de arquitectos con algunos descartes y nuevas incorporaciones, no se ha querido corregir la tendencia original de dar un mayor protagonismo a los hispanos. Así, junto a Gaudí, Torroja, Sert, Coderch, Fisac y Sota aparecen Villanueva, Barragán y Niemeyer; y además, Moneo, Bofill, Calatrava, Miralles y el portugués Siza, a quien consideramos uno de los nuestros.
Para mejor entendimiento y disfrute de las historietas, éstas se acompañan de textos de Focho que explican su génesis, donde se mezclan recuerdos personales y opiniones con otras referencias que permiten situar en su propio contexto a los dibujantes y a sus criaturas. Y como contrapunto a la fabulación aparece una selección de obras de los cincuenta arquitectos, y cincuenta citas de otros tantos historiadores y críticos referidas a ellos. En esta parte se ha procurado, y conseguido con pocas excepciones, que los edificios incluidos en las historietas formasen también parte de ese resumen gráfico complementario. El texto de Bruno Zevi sobre Mendelsohn, el de Stanislaus von Moos sobre Le Corbusier o el de Vincent Scully sobre Kahn son ejemplos de que ha sido la autoridad respecto a un periodo o a una figura concreta el criterio seguido al escoger a los autores de los comentarios. Como en el caso de los arquitectos, son todos los que están, aunque no hayan podido estar todos los que son.
Sumario
Alvar Aalto (1898-1976)
Tadao Ando (1941)
Erik Gunnar Asplund (1885-1940)
Luis Barragán (1902-1998)
Ricardo Bofill (1939)
Santiago Calatrava, (1951)
José Aantonio Coderch (1913-1984)
Peter Eisenman (1932)
Miguel Fisac (1913)
Norman Foster (1935)
Richard Buckminster Fuller (1895-1983)
Antoni Gaudí (1852-1926)
Frank Gehry (1929)
Walter Gropius (1883-1969)
Zaha Hadid (1950)
Herzog y de Meuron, (1950)
Arne Jacobsen (1902-1971)
Philip Johnson (1906)
Louis Kahn (1901-1974)
Rem Koolhaas (1944)
Le Corbusier (1887-1965)
Adolf Loos (1870-1933)
Richard Meier (1934)
Konstantín Mélnikov (1890-1974)
Erich Mendelsohn (1887-1953)
Mies van der Rohe (1886-1969)
Enric Miralles (1955)
Rafael Moneo (1937)
Richard Neutra (1892-1970)
Óscar Niemeyer (1907)
Jean Nouvel (1945)
Renzo Piano (1937)
Gerrit Rietveld (1888-1964)
Richard Rogers (1933)
Aldo Rossi (1931-1997)
Eero Saarinen (1910-1961)
José Luis Sert (1902-1983)
Álvaro Siza (1933)
Alejandro de la Sota (1913-1996)
James Stirling (1926-1992)
Kenzo Tange (1913)
Vladímir Tatlin (1885-1953)
Giuseppe Terragni (1904-1941)
Eduardo Torroja (1899-1961)
Jørn Utzon (1918)
Aldo van Eyck (1918-1999)
Robert Venturi (1925)
Carlos Raúl Villanueva (1900-1975)
Frank Lloyd Wright (1867-1959)
Peter Zumthor (1943)
Luis Fernández-Galiano
Historias del siglo
Este siglo terrible reclama más amnistía que homenaje. Decir amnistía es decir amnesia, porque sólo desde el olvido anestésico pueden cicatrizarse las heridas abiertas en el cuerpo doliente de una humanidad que ha conocido catástrofes atroces. ¿Y qué homenaje puede merecer un siglo que ha puesto el desarrollo científico al servicio de la industrialización del exterminio, y en el que los frutos frágiles de la prosperidad y la libertad alimentan un contraste creciente entre la opulencia de los libres y la miseria de los sometidos? El avance del saber y la extensión de la libertad han tenido su reverso oscuro en la multitud de víctimas que ha dejado tras de sí un siglo convulso, cuya despedida jubilar merece ser más penitencial que jubilosa.
El jubileo hebreo marcaba el tránsito con la remisión de las culpas y de las deudas, y el orbe cristiano se inspiró en esa tradición para instaurar sus propios jubileos; pero junto al perdón de pecados y débitos, la efemérides incluía dejar descansar la tierra para que se renovase. Es probable que, como reclama Jacques Le Goff, el final del siglo y del milenio sea una ocasión propicia tanto para el perdón como para el comienzo de «una nueva juventud del mundo»: un tiempo de esperanza y renacimiento para una humanidad que ha multiplicado sus números y dividido sus certezas; que ha urbanizado el planeta y desequilibrado su frágil corteza viva; que ha ejecutado la revolución de la modernidad y gustado de sus frutos alegres y agrios.
Al terminar el siglo, nuestra pausa jubilar elude tanto la contrición como el balance, y procura iluminar su rostro sombrío con cien figuras amables: cincuenta arquitectos y cincuenta héroes de viñeta que enredan sus biografías y sus obras para componer un retrato sonriente de cien años severos. El humor es a veces más cáustico que la condena, pero el lápiz de Focho rescata a sus personajes de la crítica desabrida. Rejuvenecidos por esa mirada bondadosa, los protagonistas del siglo circulan por estas páginas con un impudor travieso que no excluye la irrupción ocasional del escepticismo o de la melancolía: la ironía nos protege de las burbujas fingidas y de las aristas del mundo sin ocultar las cicatrices del conocimiento.
En esta algarabía caleidoscópica no debe buscarse un canon coral. La convención alfabética conduce de Aalto a Zumthor, y la cronológica cierra un lazo catalán que lleva de Gaudí a Miralles, mientras la dispersión geográfica prima a los hispanos por encima de naciones europeas protagonistas de la modernidad, y por delante también de los que han hecho del XX un siglo americano. Muchos echarán de menos a Wagner, Sullivan o Berlage; otros reclamarán la presencia de Van de Velde, Behrens o Perret; y algunos buscarán en vano a Taut, Oud o Scharoun. Pero esta reunión tumultuosa ha sido más generosa con las figuras recientes que con los viejos maestros, olvidando quizá que la juventud de la arquitectura que reclama el jubileo a menudo se nutre de lo anciano.