Richard Rogers
Florencia, 1933
Para cerrar la serie de cincuenta arquitectos, casi diez años después de comenzarla, se hizo un grupo repescando a seis personajes que al final parecía que debían estar en la lista. Y también me pareció de cortesía introducir a dos arquitectos, no como tales sino como caricaturistas de arquitectura, con quienes he tenido el placer de compartir alguna cerveza. Son Louis Hellman, Hellman, y Gustav Peichl, Ironimus. Así, éste es uno de los pequeños homenajes a los arquitectos dibujantes de arquitecturas, a los que con poca modestia me permito llamar colegas. Es un recuerdo cariñoso para Hellman, el tenaz y terrible arquitecto dibujante de AJ, The Architect’s Journal. Siempre me ha resultado asombrosa su capacidad de improvisación para una publicación semanal. Por las tiras de Hellman han pasado todos los arquitectos de Inglaterra y parte del extranjero, pero también los políticos, funcionarios y promotores...Cuando empecé a seguir sus dibujos, advertí que la fertilidad del dibujante era envidiable, pero en contrapartida su estilo era verdaderamente desgarrado, crudo, casi de aficionado. Tenía una voluntad política de gran aliento y una mano áspera que se obligaba a seguirla. Mis dibujos, comparados con los del británico, me parecían delicadísimos, pero con la décima parte intención.
Con este colega es fácil montar una historieta; basta tomar una de las suyas. En este caso, escogí su vieja página del Emperor’s New Mind, donde Richard Rogers presenta al emperador Pompidou los planos de un nuevo y grandioso edificio. Curiosamente, no aparecía Renzo Piano, el otro autor del proyecto, y esto ayudaba a no confundir las cosas; a fin de cuentas, ésta era una viñeta sólo para Rogers. Le añadí media viñeta en que el arquitecto presenta la cúpula del Milenio a su buen amigo Blair. Y como entonces, los arquitectos modernos, esos personajes de la barbita y la pajarita, se regocijan del evento. Había que hacer aparecer al propio Hellman, y utilicé el autorretrato que se hacía él mismo como si fuera el Peppone de Guareschi, aquel rojo con cuernos y patas de cabra de Don Camilo, y que salía de narrador en A is for Architect, disfrazado a juego con su nombre. Verdaderamente es una premonición que un crítico se llame Hell-man.