Pieles palpitantes
«Nietzsche acuñó la distinción entre apolíneo y dionisíaco en Die Geburt der Tragödie de 1872, y esa oposición que hizo tanta fortuna no solamente arrojaba una luz agitada y convulsa sobre la serenidad inmóvil del mundo antiguo, sino que suministraba unos polos magnéticos con los que ordenar las limaduras de hierro dejadas tras de sí por la acción escultórica del tiempo. Si sometemos la obra de Herzog y de Meuron a ese campo de fuerzas, las trazas y residuos de su trabajo traducen una vitalidad vigorosa que apenas se constriñe en el marco mental de su rigor profesional, y que se compadece mal con la convención crítica del minimalismo ornamentado. El laconismo apolíneo de los prismas escuetos no se arropa con un forro de ornamento: se reviste con una piel palpitante que a duras penas contiene la pulsión de las pasiones y los apetitos, y ese Dioniso encadenado transmite la violencia del deseo y el desorden de la naturaleza con más convicción que una náyade ebria.»
Luis Fernández-Galiano, ‘Dioniso en Basilea, AV 77 (1999).[+]