«La coherencia de Richard Meier es motivo de elogios y también de acusaciones. En el transcurso de los años setenta, la progresión realmente terca con que desarrolló su manera peculiar de diseñar, haciendo gala del débito que tenía para con la arquitectura de los años veinte y treinta, y especialmente para con la arquitectura ‘blanca’..., parecía una actitud quijotesca. Aunque la integridad de su visión nunca fue discutida, el hecho es que Meier se atrincheró en esa actitud... Elementos estructurales y cajas de escaleras saliendo de una epidermis cuadriculada y esmaltada en blanco, curvas ‘piano’, grandes paños acristalados, ángulos romos y barandillas de barco..., [cuya autonomía] Meier toma buen cuidado de subrayar. (...) También tuvo que... evitar aventurarse en el mundo de las proporciones a fin de absorber eventuales intrusiones formales; en su lugar, ha depositado su confianza en el cuadrado y en sus particiones, en la circunferencia y en sus segmentos, sobremanera en las curvas de máxima complejidad.»

Joseph Rykwert en Richard Meier, arquitecto, vol. 2 [1985-1991], 1991.[+]