Kenzo Tange

Osaka, 1913

29/02/2000


El museo de Hiroshima es una de las obras que más me inspiraron durante mi carrera. Los sencillos pabellones en la explanada vacía, ahuecada por la bomba del Enola Gay, y la bóveda que enfoca la ruina me parecían un ejercicio extraordinario y delicado sobre la memoria del Holocausto japonés. Era uno de los primeros monumentos a las masacres de la II Guerra Mundial. Japón empezaba a estar de moda, y comenzaba entonces la ola de lo que se llamó, no sé muy bien por qué, metabolismo. Kenzo Tange era como el Le Corbusier tardío, un arquitecto de estructuras ordenadas y potentes, de hormigones como los de Chandigarh. Pero en el museo hizo un raro ejercicio lírico, casi un dibujo vacío en el lugar del desastre.

Y Sempé era uno de los dibujantes de mi niñez, el que venía en Paris-Match, creo, con una línea deliciosa y un humor sencillo y vital, que era uno de mis favoritos. Después conocí el de Steinberg, pero eso ya era otra cosa, más intelectual, introvertida y sofisticada. El del francés era un humor puro, con muy poco adorno, siempre bien educado y rara vez ácido, muy alegre, inmediato.

Así que aquí se juntan algunos recuerdos de los años sesenta. El pequeño Nicolás es un niño de esa época, que me recuerda a mí mismo en el colegio. Es un personaje de Goscinny, ilustrado por Sempé, un pequeño travieso e inocente, con pantalones cortos, chaleco y camisa arremangada. Un niñito cuyo mundo se encierra entre su casa y el cole, pero que mira a su alrededor con curiosidad y lucidez infantiles. Además, Nicolás habla en francés, el idioma que nos enseñaron en el colegio en los cincuenta, porque como tantos otros estaba regido por una orden de religiosos de origen galo. Es verdad que desde entonces he disfrutado bastante leyendo en esta lengua, para mí casi exclusivamente un vehículo literario.

Me pareció oportuno que el pequeño Nicolás visitara en mi lugar la explanada de Hiroshima y que saludara con candor a Kenzo Tange, con una frase que yo también habría dicho en los años sesenta. Me han dicho alguna vez que es un dibujo demasiado vacío, pero debo reconocer que me parece bien así. Vacío como la explanada de la bomba, como los dibujos de línea de Sempé.


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