Jean Nouvel

Fumel, 1945

29/02/2000


Tengo una especial deuda con el Capitán y sus hijos, porque son una parte importante de mi adolescencia. En esa época en que uno empieza a entender algo del mundo y a reír por cualquier cosa, los Katzenjammer Kids me enseñaron a tomar las cosas en broma. No es que mi adolescencia sea tan remota, sino que llegado a ella mi madre hizo aparecer los tebeos de su infancia, que afortunadamente y con buen sentido había guardado durante nuestra niñez. Eran pues tebeos de antes de la guerra, y eso era una nota de prestigio para cualquier artículo en esa época. En todo caso, encontré en la obra de Dirks y de Knerr una inspiración que se ha prolongado mucho tiempo. Y no es cosa rara; siendo uno de los primeros cómic del siglo, está reconocida como extraordinariamente influyente. Los terribles mellizos, que fueron sucesivamente Katzenjammer Kids, Shenanigan Kids —después de la Gran Guerra les cambiaron el apellido alemán por otro irlandés— y Captain and the Kids, me llegaron en su versión española del Pinocho de los años veinte, es decir, en la de El Capitán Corretón y sus hijos Tin y Ton.

Mucho más tarde encontré a Jean Nouvel, y me pareció también un personaje de historieta. Tenía un rostro grande de caricatura y un atuendo como un uniforme; en fin, componía un curioso personaje, distante, divo y cómico a la vez. De forma que me pareció que podía ser el objetivo adecuado para alguna de las gamberradas de Tin y Ton.Y he aquí que se han disfrazado de Nouvel y andan haciendo pintadas en los ventanales del edificio del Instituto del Mundo Árabe de París, que se reconoce por sus características ventanas llenas de diafragmas fotográficos. Tal vez no andan descaminados; el edificio del arquitecto francés tiene tantas pretensiones que se merece la broma. Pero el Capitán y el Profesor han decidido administrar un correctivo a los mellizos disfrazados, y, como es propio del equívoco, acaban dando el garrotazo al arquitecto, a Mr. Noufel, como dicen con su acento alemán. Y en fin, viene corriendo al rescate el constructor, socio y agente del arquitecto a la sazón, Cattani. La viñeta, de 1994, está fechada en 1918, cuando la leería mi madre con la edad de mi segunda hija, unos siete años.


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