Louis Kahn

Ösel, 1901-NuevaYork, 1974

29/02/2000


En mis años jóvenes me familiaricé con el enigmático personaje de O. Soglow, por la tira que solía venir en La Codorniz. Creo que esta revista nos introdujo a muchos en el mundo del humor dibujado y escrito, y que con el tiempo la revista que dirigió tantos años Álvaro de La iglesia se ha revelado como una influencia formidable para transmitir el sentido del humor de una generación a otra a través de los sombríos años de posguerra. Aun así, pocos dibujantes y dibujos extranjeros habían anidado en las páginas de esta extraña Codorniz, y El Pequeño Rey era uno de los raros ejemplos. Tardé tiempo en darme cuenta de lo excepcional del personaje: su cara era un dibujo fijo, que no variaba nunca. La cara de Little King es una máscara, a la que el lector atribuye distintas emociones según el contexto. No recuerdo otro ejemplo semejante de máscara en el cómic moderno como este rostro impasible que ha durado largos años.

El Pequeño Rey vivía en un mundo onírico, dibujado con una línea antigua y rígida que venía como de los años veinte y que hacía intemporales los episodios del personaje. El Rey era, además, mudo. Era como un ojo permanentemente asombrado por cuanto le rodeaba. Participaba del humor de los Hermanos Marx; era mudo como el rubio e impasible como el pianista. Y cumplía con el estereotipo de rey de los Marx y de los norteamericanos (al menos para los de esa época): un rey siempre era un personaje de opereta, algo extravagante por principio. Pero el suyo era un humor más fino, era un humor de sonrisa, casi nunca de carcajada, limpio y absurdo.

Para este reyecito del absurdo me pareció apropiado el proyecto de Dhaka; creo que a Soglow le hubiera gustado la idea de fabricarle una nueva capital, y que tal vez se hubiera puesto de acuerdo con Louis Kahn para darle un toque déco a Dhaka. A veces incluso tengo la impresión de que Kahn tenía algún paralelo con el reyecito, tal vez la estatura o la mirada de sus gafas. En la viñeta, ambos se miran sorprendidos: el arquitecto, por descubrir que la nueva capital es un divertimento del Rey, y éste porque había olvidado que era día de audiencia. De nuevo la maqueta en primer plano sirve para guía del lector.


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