Rem Koolhaas
La Haya, 1944
Ésta es una viñeta sobre la reedición de tópicos de los dorados años cincuenta en la Europa de los noventa. Cuando el holandés Rem Koolhaas empezó a apostar por una especie de estilo ‘mambo desaforado’ para superarla época posmoderna y granjearse un puesto entre la élite de la deconstrucción, tuvo la gracia de apoyarse en la imaginería de los años cincuenta. Era como un revival de la actitud moderna popular que había hecho de las vanguardias un estilo comercial de la posguerra. En la década de los cincuenta, y hasta entrados los sesenta, todo se fue reestilizando en moderno, primero con gracia, después a base de tópicos y por fin con cansancio. Pero a Koolhaas le interesaba la época graciosa.
De esa época son también los personajes de Franquin, que además eran medio periodistas, investigadores y científicos futuristas. Naturalmente, gustaban del nuevo estilo, como las Hermanas Gilda pero a nivel europeo. Spirou es, otra vez, la reedición de un personaje ya clásico de entreguerras: el botones intrépido. Adolescente, pecoso y pelirrojo si es posible, impecable, barriobajero y atrevido, pero elegante y noble. Más o menos el ideal americano del self-made boy. Con el mismo aire, también estuvo entre nosotros y en los cuarenta Chatillo, un botones del Casino Militar con su amigo Federico, un joven falangista. Y no sé si Cuto fue botones de casino alguna vez. Currinche, el negrito que acompaña a Sert en su viñeta, también iba de botones, pero era otra cosa, como del Cotton Club.
Mi tío, la película de Jacques Tati, trata de las gentes con esa misma actitud de asimilar la modernidad. Ese tío, que es el genialoide Mr. Hulot, el eterno descolocado, se enfrenta sin comprenderlo al estilo moderno de la casa de su cuñado. Uno se imagina perfectamente a mi tío Hulot perplejo ante la Villa Dall’Ava. A saber qué gracias haría en la piscina del tejado. Incluso el gran automóvil verde y violeta del cuñado de la película —¿era un Chevrolet del 58?— podría hoy retratarse perfectamente junto a la obra de Rem Koolhaas; se tendría por un guiño inteligente, por un rescate de la historia y por un elogio del styling de los cincuenta. En fin, que Tati hubiera hecho buenas migas con el Marsupilami. ¡Huba! .