Contenido
Primera infancia. Los años iniciales de nuestras vidas son un periodo de aprendizaje y desarrollo personal fundamentales en los que el marco arquitectónico juega un papel decisivo. Tres especialistas examinan los espacios de la infancia: un experto en guarderías analiza la historia de este tipo desde finales del siglo xix hasta la actualidad, repasando los diversos métodos educativos; un conocido pedagogo y dibujante apuesta por unas aulas flexibles y adaptadas a las necesidades infantiles; y una arquitecta considera esencial valorar la percepción de los niños para diseñar sus territorios educativos.
Sumario
Mark Dudek
Métodos maestros
Un recorrido histórico
Francesco Tonucci
Con ojos de niño
La pedagogía del espacio
Clara Eslava
Territorios de la infancia
La fantasía en el proyecto
Lecciones españolas. La progresiva incorporación de la mujer al mundo laboral ha ido acompañada de la creación de escuelas infantiles, públicas y privadas. Doce obras en España, que ordenamos alfabéticamente por autores, muestran la diversidad de este tipo: un aula de madera y teja en Ávila; un prisma en un barranco en Almería; un volumen de cubierta verde en Zaragoza; un cuerpo horizontal desafiando al mar en La Coruña; una pieza de inspiración fabril, asimismo en la capital aragonesa; una escuela pixelada y un espacio experimental, ambos en las proximidades de Madrid; unos cajones de hormigón cerca de Barcelona; una divertida casa con ojos en un pueblo almeriense; un patio con estructura protectora y una acogedora secuencia de cilindros, los dos también en la periferia madrileña; y un recinto militar rehabilitado en Granada.
BmasC, Sotillo de la Adrada
Cano y Ridao, Antas
Carroquino y Finner, Zaragoza
Díaz y Díaz, La Coruña
Gallardo y Marco, Zaragoza
Gálvez y Wieczorek, Valdemoro
García-Germán, Majadahonda
Hidalgo y Hartmann, Viladecans
Los del Desierto, Vélez-Rubio
Navadijos y Tarsoly, Boadilla
Picado y De Blas, Arganda
Elisa Valero, Granada
Argumentos y reseñas
Noticias de Venecia. La 53 Bienal de Arte reflexiona sobre los límites espaciales de lo artístico, mientras la nueva sede de la Fundación Pinault en un antiguo almacén añade un recurso turístico más a la ciudad de los canales.
Arte / Cultura
Elena Vozmediano
El arte para el lugar
Julia Ramírez Blanco
Suntuosa proa
Cánones heterodoxos. Tanto la reordenación de la colección del Museo Reina Sofía como la muestra en el Grand Palais sobre los trampantojos a lo largo de la historia del arte replantean los discursos hegemónicos de la disciplina.
Juan Antonio Ramírez
El nuevo Reina Sofía
Javier Montes
Caras en las casas caras
El aura del arte. El último libro del desaparecido Juan Antonio Ramírez, reseñado por Simón Marchán, examina el arte contemporáneo bajo una perspectiva histórica de larga duración, y niega el fin de la modernidad.
Historietas de Focho
Brasilia y Guggenheim
Autores varios
LibrosÚltimos proyectos
Aulas internacionales. Italia y Japón, dos países con tradiciones educativas opuestas, convergen en la presentación de cuatro propuestas que enriquecen la imaginación visual de los niños: una fortaleza blanca financiada por una empresa textil en Treviso; unos volúmenes prismáticos que combinan en su interior muros de colores en Vicenza; un jardín de infancia de tejado burbujeante que usa estructuras naturales en la prefectura de Shiga; y un kindergarten de madera que reinventa la cubierta como espacio de juego cerca de Tokio.
Técnica / Diseño
Alberto Campo Baeza
Guardería en Ponzano
Elisabetta Terragni
Escuela infantil en Vicenza
Shuhei Endo
Jardín de infancia en Maihara
Takaharu y Yui Tezuka
‘Kindergarten’ en Tachikawa
Para terminar, con el súbito fallecimiento del historiador del arte y crítico Juan Antonio Ramírez, colaborador de esta revista durante más de veinte años, se pierde una mirada brillante e incisiva sobre el mundo de la cultura.
Productos
Decoración para niños
Luis Fernández-Galiano
El arte interminable
Luis Fernández-Galiano
Para párvulos
Si nuestra sociedad ha de regenerarse, debe comenzar por la primera infancia. La desmoralización por la corrupción de las élites, la degradación de las masas y el colapso global del buen gobierno —eso que ahora llaman gobernanza— sólo puede combatirse desde el parvulario. Nuestro carácter y nuestras emociones se han formado en ese vientre luminoso, y es quizá a esa matriz nutricia donde debemos regresar para reparar desde las raíces la fronda hirsuta del mundo en que vivimos. Pocos años tan críticos como los primeros del niño, y acaso pocas influencias tan decisivas como los espacios donde crece: ninguna arquitectura tiene importancia mayor en nuestro desarrollo que la de las escuelas infantiles, donde nos hacemos a la vez individuos autónomos y seres sociales, modelados por un entorno construido que nos habla en silencio.
Todas las utopías pedagógicas han gestado su propia arquitectura escolar, y desde Pestalozzi, Froebel, Steiner o Montessori hasta la devoción contemporánea por el hiperestímulo tecnológico y la hiperprotección física, pasando por los higienismos funcionalistas de las vanguardias o los informalismos lúdicos de la prosperidad antiautoritaria, cada sociedad ha querido soñar sus construcciones parvularias. Pero hoy no sabemos bien si nuestras escuelas han de ser hogares mullidos o instituciones lacónicas, si la educación ha de procurar entretenimiento confortable o forja ascética del carácter, si sus arquitecturas deben suministrar amenidad amable o espacios rigurosos, variedad colorida o recintos de orden. Lo que sí es seguro es que la buena escuela refuerza la autoestima tanto como la mala genera resentimiento, desafecto o violencia.
La actual polémica sobre el necesario retorno de la disciplina a las aulas —en la versión francesa del tratamiento de usted y la puesta en pie de los alumnos al entrar el profesor, o en la española de la tarima y la consideración del docente como autoridad pública— ignora la contradicción que ya señaló Hannah Arendt («por su propia naturaleza la educación no puede renunciar a la autoridad ni a la tradición, y aun así debe desarrollarse en un mundo que ya no se estructura gracias a la autoridad ni se mantiene unido gracias a la tradición») y, sobre todo, ignora que el ideal emancipatorio de autonomía individual no se percibe aún como disfuncional, por más que ya desgarre redes sociales arduamente tejidas. Peter Sloterdijk puede reclamar la redomesticación de la especie humana, pero ¿quién se atreve hoy a poner límites a la libertad?
Así, ‘la mala educación’ se extiende como un virus lento que corroe paisajes familiares para crear un nuevo territorio físico y social donde las escuelas serán sólo la materialización de los valores que decidamos compartir. Sin embargo, ni los líderes de las mayorías ni las minorías ilustradas saben exponer con claridad cuáles pueden ser esos valores en un mundo en mudanza, y nos obligan a evocar con nostalgia los tiempos en los que los ideales regeneracionistas de Giner o Cossío levantaron en España grupos escolares como los de Antonio Flórez, con sus azoteas-solárium y sus piscinas unánimes, o pabellones de párvulos como el del Instituto Escuela, que Arniches, Domínguez y Torroja construyeron con jardines, vidrio y hormigón ingrávido: bajo esas marquesinas se refugian todavía nuestros sueños y nuestras esperanzas.