Jardín de infancia, Arganda del Rey
Picado - De Blas Arquitectos 

Jardín de infancia, Arganda del Rey

Picado - De Blas Arquitectos 


El proyecto invita a una reflexión sobre los primeros meses de la vida de los bebés y toma como punto de partida la elección de la forma circular, que es la que de forma intuitiva adoptaban los antiguos castros, cabañas e iglús, una forma capaz de generar el máximo volumen con el mínimo material posible, identificando además la casa con la madre: un recinto confortable desde el que se sale al exterior.

El punto de partida del proyecto es la elección de la forma circular, la de los primitivos castros; los espacios intersticiales que en aquéllos constituían el espacio urbano, se plantea aquí como zona de circulaciones y relación.

Por otro lado, los niños tienden a jugar en círculo, pues aún no tienen conciencia de la organización lineal. Cuando juegan solos rodean su entorno cercano con juguetes que sitúan al alcance de la mano. La forma circular permite asimismo la vigilancia de la totalidad del espacio desde cualquier punto del perímetro.

Una trama reticular de círculos tangentes organiza todo el proyecto; sobre ella se disponen los cilindros, entrelazados a veces entre sí, de forma que se generen intersecciones interiores convenientes al programa.

Lo que en los asentamientos primitivos era el espacio urbano se plantea en esta escuela como un espacio dinámico, de circulaciones y de interrelación, que sirve de enlace entre las piezas cilíndricas, de carácter estático, que albergan los diversos usos del programa. El empleo de distintos materiales y texturas refuerza esta diferenciación entre las ‘cabañas’ protegidas y las zonas de paso —patio, área central—, que los niños identifican como lugares ‘sin protección’. La superficie demandada para las aulas por el programa determina el radio de cuatro metros del módulo tipo. Esta dimensión, adecuada también para el resto de servicios, se aplica a todos los cilindros, lo que facilita una lógica constructiva. Una trama geo­métrica de círculos tangentes regula la organización de las células. Este trazado facilita la distribución interior de las piezas y el replanteo en la construcción. La retícula ortogonal se activa según un orden interior y conforma la célula tipo, que será doble, pues según el programa, cada dos aulas destinadas a niños de la misma edad (de cero a un año, de uno a dos y de dos a tres) comparten los servicios.

Al tratarse de una escuela infantil, cobran especial importancia las texturas y colores, que funcionan como estímulos para los sentidos. La sensación de exterior del espacio intersticial se produce al enfrentarse a la convexidad de los cilindros de hormigón visto, que mantienen el estado blando y amable de su condición celular. Las aulas son cilindros de color, con luces y texturas diversas en todos sus paramentos. La burbuja central que comparten cada dos aulas es una gran lámpara de policarbonato blanco y funciona como ‘cabina’ de control. El patio de juegos se concibe como un paisaje artificial de texturas, con un vallado textil que recoge las sombras de los niños y de los árboles. Su condición intermitente dulcifica el cierre blanco y permeable, solucionando el desnivel con un balcón al horizonte. Esta piel, frágil y seriada, posada sobre la trama regular a base de círculos, filtra con permeabilidad los volúmenes de la guardería.


Obra

Escuela Infantil Municipal en Arganda del Rey, Madrid.

Cliente

Fomento y Desarrollo Municipal, Arganda del Rey.

Arquitectos

Rubén Picado y Mª José de Blas.

Colaboradores

Elisa Pérez de la Cruz, Blas Antón Palomo, Angelina Werner (estudiante); Rafael Valín Alcocer (arquitecto técnico).

Consultores

Eufemiano Sánchez-Amillategui (estructuras); Maproing, Mario Abajo (instalaciones).

Contratista

Begar.

Fotos

Hisao Suzuki; Ignacio Bisbal.