MATERIA SUIZA
Swiss MatterLuís Fernández-Galiano
Suiza de excepción
Exceptional Switzerland
Un arte táctil
A Tactile Art
Jacques Lucan & Martin Steinmann
Construcciones helvéticas: tema y variacionesHelvetian Constructions: Theme and Variations
Justo Isasi
Pieles alpinas: hormigón, madera, metal y vidrio
Alpine Skins: Concrete, Wood, Metal and Glass
Hormigón por principioConcrete on Principle
Cabina de transformadores Transformer Station
Morger & Degelo
Terminal de equipaje, Zúrich Baggage Terminal, Zürich
Dürig & Rami
Escuela Volta, Basilea Volta School, Basel
Miller & Maranta
Tres villas, Beinwil am See Three Villas, Beinwil am See
Gmür & Vacchini
Tocar madera Knock on Wood
Vivienda unifamiliar, Flawil Family House, Flawil
Wespi & De Meuron
Casa para un carpintero, Grossdietwil House for a Carpenter, Grossdietwil
Blum & Grossenbacher
Establos y matadero, Vrin Stables and Abattoir, Vrin
Gion Antoni Caminada
Escuela de ingeniería maderera, Biel Wood Engineering School, Biel
Meili, Peter & Vogel
Tanteos metálicos Metallic Trials
Telesilla Carmenna, Arosa Carmenna Chair Lift, Arosa
Bearth & Deplazes
Polideportivo Buchholz, Uster Buchholz Sports Center, Uster
Camenzind & Gräfensteiner
Centro comercial, Lucerna Shopping Center, Lucerne
Diener & Diener
Parque-museo, Kalkriese (Alemania) Museum Park, Kalkriese (Germany)
Gigon & Guyer
Velos de vidrioGlazed Veils
Ampliación de escuela, Collombey School Extension, Collombey
Galetti & Matter
Biblioteca universitaria, Lausana University Library, Lausanne
Devanthéry, Lamunière & Freudenreich
Estadio St. Jakob, Basilea St. Jakob Stadium, Basel
Herzog & de Meuron
Pabellón deportivo, Zug Sports Center, Zug
Bétrix & Consolascio
Luis Fernández-Galiano
Suiza de excepción
Suiza es un país de excepción. De excepción en su acantonada fortaleza de cautela, y de excepción en su testaruda reticencia al engranaje, este alcázar alpino es a la vez un recinto de cultivo del privilegio y un reducto de resistencia a la integración, un territorio singular que los demás europeos contemplan de manera inevitable con una mezcla de admiración y resentimiento. El carácter excepcional de su plácida prosperidad y de su espléndido aislamiento lo hacen simultáneamente excelente y excéntrico, insuperable e insolidario. Protegido por el abrupto relieve de su geografía física y por el laberinto silencioso de su geo-grafía financiera, Suiza se defiende de las aguas agitadas de Europa como Europa se defiende de las corrientes convulsas del mundo: islote de sosiego en un pequeño continente conflictivo, es obligado verlo como el refugio de heterodoxos en fuga que tantas veces ha sido, y es difícil no verlo como el blindaje de tráficos oscuros que todavía continúa siendo.
Arcaico y arbitral, este estado exacto de comunicaciones puntuales y anotaciones herméticas ha visto agrietarse la coraza de su seguridad y la piel de su autoestima. Las catástrofes en los túneles alpinos han cegado arterias esenciales, mientras las rendijas en la discreción bancaria han vulnerado dogmas pertinaces, reforzando al tiempo su insularidad inaccesible y su accesibilidad al escrutinio. El asesinato colérico de 14 diputados del cantón de Zug ha mostrado que los helvéticos no son inmunes al virus mórbido de la violencia trivial, y el traslado provisional del Foro de Davos a una Nueva York vigilada y dolorida ha evidenciado que ni aun en los Grisones está la paz civil asegurada. Last but not least, la crisis de Swissair ha destruido un símbolo empresarial y político, arrastrando en su descrédito al gobierno impasible y a los dos grandes bancos, UBS y Credit Suisse, responsables todos ellos de una humillación que ha fracturado el orgullo sonámbulo de una nación ensimismada.
Constructora impecable de una arquitectura patinada por los presupuestos generosos y el clima exigente, Suiza ha alumbrado una cosecha de obras exquisitas que nos ha hecho a todos peregrinos de los Alpes, romeros de Basilea o Zúrich, y devotos de un racimo de santuarios dispersos que imantan hasta aldeas de penosa llegada. Distraídamente displicentes ante la ingeniería y deliberadamente deferentes ante el paisaje, estos proyectos brutales y elegantes dialogan con los referentes suizos sin desdeñar la adhesión vehemente a un cosmopolitismo intemporal, pero se excluyeron de la última edición del premio europeo Mies van der Rohe por su condición insolente de suizos de excepción. Excepcionales en su autismo de caja fuerte y excepcionales en su belleza de materia táctil, los edificios suizos de esta hora tienen el reloj detenido en el momento intacto de su excepción exenta: exenta de historia, exenta de drama y, hasta ayer, exenta también de excepcional temor.