Con su perfil transversal en forma de U, el valle del Ródano es en su tramo suizo una lección práctica de geología. De formación glacial, el valle se abre en una llanura flanqueada por macizos montañosos que deja leer el fluir de los ríos de hielo que lo formaron. En este paisaje dominado por el cielo, el llano y las cimas nevadas de las montañas se encuentra Collombey, un pequeño pueblo a quince kilómetros del extremo sur del lago Leman donde los tradicionales chalets conviven con pequeñas factorías. Lindando con uno de esos polígonos industriales, junto a los campos de cultivo, la escuela del pueblo ha sido ampliada con un pabellón que encuentra su marco de referencia en elementos tan antagónicos como el paisaje helado y las construcciones fabriles.

Un porche cubierto—que permite el juego al aire libre en los días de lluvia y la celebración de actividades festivas de toda la comunidad— se propone como eslabón entre la escuela existente y su ampliación. En perpendicular a este paseo cubierto se sitúa el nuevo aulario, un cuerpo alargado de tres plantas que con su cubierta plana se distancia de la arquitectura montañesa que prolifera en la Suiza rural. Las clases se distribuyen a ambos lados de un pasillo central, cuyos extremos se tensan mediante sendos núcleos de escaleras que contemplan el campo a través de grandes huecos rasgados.

Mimetizando el carácter utilitario de las naves vecinas, las fachadas longitudinales de la escuela se construyen con un cerramiento industrial de piezas de vidrio colado cuya cámara se rellena con un aislante térmico de tejido celulósico que deja pasar la luz. La escuela se presenta así como un cuerpo opalescente de reflejos verdosos que reverbera con el brillo extraño de las grandes masas de hielo. Unos perfiles continuos de aluminio sustentan las piezas de vidrio en U y subdividen la cámara para evitar que el aislante se apelmace en la parte inferior de la fachada, subrayando a la vez la proporción apaisada del pabellón. En este pentagrama modulado por el ancho de las piezas de vidrio y las líneas horizontales de sus galces, una serie de ventanas ‘para mirar’ se distribuyen alternando formatos rectangulares y cuadrados como si se tratara de notas en una partitura musical. Introduciendo un elemento lúdico que matiza la vocación fabril del edificio, estos marcos de aluminio en color bronce se sitúan a distinta altura para enmarcar selectivamente vistas del entorno. Los tres elementos que resumen el paisaje del valle, la llanura, las montañas y el cielo, se introducen así en un interior uniformemente iluminado a través del cerramiento translúcido...[+]