El vidrio es el material de los sueños. Los expresionistas soñaron con edificios como cristales, pero los modernos construyeron los auténticos edificios de vidrio, y la forma cristalina, con sus leyes geométricas poliédricas y su alquimia ética, dejó paso a la fachada transparente y al binomio estructura-carpintería. La caja de vidrio era un hechizo cuyo dominio persiguió Mies toda su vida, y la fachada de vidrio sin estructura que la ciña ha sido un logro reciente de la industria. Por su parte, la casa de vidrio translúcido, la casa farol, tuvo su consagración en la Maison de Verre de Chareau y Bijvoet en los años veinte, y después un largo recorrido hasta hoy. El vidrio era la modernidad en su misma esencia y en su simbolismo. La transparencia era higiene y luz, a la vez que salud social e ilustración. Era la industria al servicio de un mundo más transparente.
Pero nuestra época se permite desdeñar la lógica funcional y el simbolismo del vidrio, es decir, su transparencia. Los arquitectos quieren jugar con él, llevar al límite las que parecían sus virtudes secundarias, como los reflejos o el dibujo, y forzar su fragilidad para hacer construcciones paradójicas. Y si es posible, hasta inverosímiles...[+]