Con una superficie de más de 40 hectáreas y vinculado a un área de nueva centralidad, el parque nace de una larga lucha vecinal para que un área boscosa de la periferia de la ciudad, que se utilizaba tradicionalmente como lugar de ocio al aire libre, se convirtiese en parque urbano y no sucumbiera a la presión especulativa. La intervención tuvo desde su origen la voluntad de recuperar el parque como un espacio natural, conservando tanto los valores paisajísticos existentes —bosques y prados— como sus peculiares características topográficas —cerros y hondonadas—. Las repetidas plantaciones populares han contribuido a esta recuperación.

La delimitación del parque se hace a través del trazado de las nuevas vías perimetrales, que incluyen los aparcamientos y establecen una clara relación con los barrios periféricos. Un pequeño muro y la ubicación de los edificios de servicio en las diversas entradas configuran físicamente el cerramiento. Por su forma y localización, el parque se convierte en un espacio lineal que conecta el interior de la ciudad con el paisaje exterior. Un camino longitudinal recorre todo el ámbito con un trazado que permite relacionar los diversos espacios y equipamientos que con los años han ido complementando el proceso de construcción del parque.