Utilizado como vertedero desde 1974, el paraje ha dado cabida a la mayor parte de los residuos urbanos de Barcelona y su área metropolitana. Antes de la restauración paisajística el lugar era una gran explanada de fuertes pendientes, donde se había colocado una capa de 20 centímetros de tierra sobre los residuos, lo que no suponía su sellado definitivo.

El proyecto intenta compatibilizar en una sola operación tres aspectos básicos: resolver un complejo problema técnico, definir un nuevo espacio público y construir un nuevo paisaje. Los problemas derivados del sellado determinan una estrategia basada en la racionalización, que marca la geometría del vertedero organizándolo en terrazas y taludes de soporte. Así, el lugar queda estructurado como un recorrido ascendente, similar a un parque agrícola a la manera de los jardines italianos asentados sobre laderas y ordenados en terrazas, lo que muestra la pauta para convertirlo en un espacio público. Para el objetivo de construir un nuevo paisaje, el proyecto se inspira en los valles cultivados de la zona, y opta por la utilización de sistemas agrícolas, capaces de generar reglas de ordenación, mantenimiento y pervivencia. La conversión del vertedero en un paisaje agrícola se sustenta en tres conceptos clave: la topografía, la hidráulica y la vegetación.