Los museos son tan protagonistas del paisaje cultural como del paisaje urbano. Como instituciones que establecen la agenda común de las ideas y las formas, intervienen decisivamente en el modelado de la topografía cultural de nuestra sociedad; y como construcciones que se emplazan en lugares estratégicos de la malla urbana, atraen y canalizan flujos de visitantes que determinan la vitalidad y el vigor económico de las ciudades. Se discute con frecuencia el rumbo expositivo de los museos, la naturaleza de sus colecciones y hasta la personalidad de sus directores, cuestiones todas vinculadas a su impacto en la geografía simbólica; pero se subraya menos su diálogo con la edificación existente o su conexión con los trazados de comunicaciones y transportes, asuntos que atañen a su influencia en la geografía física. Sin embargo, tanto su perfil inmaterial como su presencia material determinan por igual el éxito o el fracaso del empeño.
La condición ciudadana de los museos aquí recogidos lo es pues por partida doble: en tanto que espacios imaginarios de la ciudadanía y en tanto que lugares insertos en el tejido de la ciudad, sea en las cuatro españolas donde se levantan las obras reseñadas en el cuerpo del número o en las dos localidades europeas donde se han terminado recientemente intervenciones museísticas de arquitectos españoles, publicadas en forma de artículos de sus autores. Con este dossier regresamos a un tipo de edificio que ha sido quizás el más característico de las últimas décadas, que tanto AV como Arquitectura Viva han cubierto de forma prolija y reiterada, pero al que no dedicábamos números monográficos desde 1998 (AV 71, ‘Museos de arte’) y 2001 (Arquitectura Viva 77, ‘Mil museos’). Es quizá una forma adecuada de ingresar en nuestro año 25, coincidente con una coyuntura histórica que anima a revisar a fondo la profesión y la disciplina.
El momento parece también oportuno para cerrar la serie de Historietas de Focho, que se inició en el número 16, cuando Arquitectura Viva transitó de la grapa al lomo, y nos ha acompañado durante 18 años, retratando a más de un centenar de personajes que han ido apareciendo asimismo en los calendarios, y de los cuales cincuenta se recogieron en el número 70, ‘Historias del siglo’, como un reconocimiento a la imaginación lírica y sabia de un arquitecto y dibujante cuyo trabajo no es posible separar de nuestra trayectoria conjunta. Pero Focho seguirá en la revista, con su tira de la primera página de Breves y con una nueva concepción de su página en la sección de Arte/Cultura, que abandonará las ilustraciones en diálogo con los clásicos del cómic para dar presencia coral y narrativa a un nutrido elenco de figuras arquitectónicas en su pequeño teatro de línea clara: ese escenario será, a partir de ahora, nuestro efímero museo de papel.