Utsuwa es el nombre de las tradicionales cerámicas japonesas en las que conviven varios estilos distintos. Como estas, el pabellón japonés aúna en su superficie de 4.170 metros cuadrados lenguajes y tiempos distintos para representar la riqueza de la cultura nipona: de ahí que su lema sea ‘Armoniosa diversidad’.

En su sincretismo, el pabellón se inspira en la filosofía de las satoyama, comunidades ideales que se asientan entre colinas cultivadas y que fomentan el aprovechamiento de los recursos a través del reciclaje. De hecho, la madera con la que se han fabricado las piezas de la fachada tridimensional del pabellón es apreciada en estas comunidades por poseer la cualidad de aportar elementos nutrientes al agua cuando esta se filtra, estimulando así la producción de alimentos. La fachada de madera se inspira también en la tradición por su peculiar método de ensamble, que sigue los dictados del cidori, un sistema constructivo japonés que, en su afán de adaptarse a las fuerzas de la naturaleza (en especial, los terremotos), prescinde de las uniones metálicas y los pegamentos, para resolver los encuentros con uniones isostáticas que aprovechan sólo las solicitaciones de compresión.

El contrapunto a esta fachada tradicional lo ponen las instalaciones de alta tecnología, sobre todo una proyección en tres dimensiones que sumerge al público en un especie de mar digital.