Rodeado por una plaza diáfana, el ‘Palazzo Italia’ se levanta como el fondo escénico en el que culmina el cardo en su extremo Norte. Asumiendo, por su masa y su arquitectura, el papel de hito en la explanada expositiva, el pabellón remite, tanto en su forma como en su actividad ecológica, a la metáfora de un bosque. Como si fuesen cuatro tocones, los pilares que sostienen al edificio se apoyan masivamente sobre el terreno, generando así una grieta de acceso en la planta baja que desemboca en el gran vacío que ocupa el corazón del conjunto. Según se va desarrollando verticalmente, la piel blanca que reviste estos elementos se ramifica paulatinamente, sugiriendo un tipo de figuración que es a la vez elemental y tecnológica.

Desde el interior del claro central, los cuatro troncos se abren y estiran hacia lo alto, liberando sus crestas más allá de la gran cubierta de vidrio. Sin embargo, lejos de ser tan sólo una metáfora, el concepto de bosque se sugiere también en las funciones del edificio, que pretende ser como un organismo activo gracias a la tecnología avanzada: mientras que la piel, compuesta por 900 paneles de cemento blanco, cuentan con un principio activo que atrapa las partículas contaminadas del aire milanés para transformarlas en sales, el gran lucernario suspendido sobre el vacío central está construido con vidrio fotovoltaico, que atrapa la energía solar...[+][+]