Un título doble para un número mitad, porque no otra cosa corresponde a una ciudad que no se respeta, demediándose con su crecimiento culturista, sus obras públicas impublicables y su estatuaria temática; un número mínimo, y no porque el minimalismo sea el refugio anacoreta de los jóvenes, sino porque son escasas las construcciones contemporáneas madrileñas que merecen reseñarse como obras de arquitectura; y un número íntimo, porque sólo en el interior pudoroso de algunos paisajes periféricos se tropieza con la sensibilidad y la inteligencia que permiten mantener la autoestima de esta profesión. Al cabo, un número paradójico, porque registra el desencuentro fatal entre una ciudad vigorosa, una escuela exigente y unos arquitectos de talento.

Madrid, Madrid: la ciudad y la región, porque los límites entre ambas se han disuelto y hoy Madrid está más en los municipios periféricos que en la almendra central; y porque la mejor arquitectura se encuentra en los pueblos más remotos de la provincia, promovida por entidades regionales ilustradas y felizmente lejanas de la demanda de trivialidad pintoresca.

Madrid, Madrid: la incertidumbre y la esperanza, porque la ciudad se ha transformado tan radicalmente que es ya el nuevo continente de América, América; y porque ese cambio crítico es tanto un riesgo como una oportunidad, al fracturar las viejas certidumbres y los viejos paisajes al mismo tiempo que abre panoramas inéditos para la innovación y el experimento.

Madrid, Madrid: la afirmación y el escepticismo, porque la musculatura económica de la ciudad no puede expresarse en los cauces del viejo chotis que multiplica su nombre: Madrid, Madrid, Madrid; y porque el rechazo del casticismo no excluye el orgullo mestizo de una ciudad cosmopolita y provinciana, brillante y absurda, que a tantos nos exaspera y nos acoge.

Un título doble para un número de parejas o duetos; un número reiteradamente multiplicado: 2 x 2 x 2 x 2; y un número que recurre al artificio de un orden obsesivo para manifestar su desconcierto. Ante un núcleo urbano que estalla en miles de fragmentos, un pequeño grupo de objetos minuciosamente elaborados que fingen la continuidad testaruda de la arquitectura. Ante una ciudad cuyos gustos públicos y privados consagran el casticismo, un conjunto de piezas abstractas y autistas que se niegan a seguir la corriente. Y, por último, ante una identidad metropolitana que se adhiere hoy al aeropuerto y al museo, dos proyectos emblemáticos y divergentes que ayuntan la tecnología con la tradición para este lugar manchego que no renuncia a ser americano.


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