Opinión 

El concurso del Prado

Luis Fernández-Galiano 
28/02/2017


En 1996, la revista AV dedicó un número al concurso para la ampliación del Museo del Prado, al que se presentaron casi quinientos equipos, y que se saldó decepcionantemente sin un ganador. En el número se publicaban las diez propuestas finalistas, veinte más que nos parecían especialmente relevantes y una última fuera de concurso, redactada por Norman Foster y que se acompañaba de una reflexión crítica sobre las condiciones de partida del empeño. La revista no fue menos severa a la hora de juzgar el concurso, y mi propio texto de presentación repartía la responsabilidad entre tres instituciones: «El Ministerio de Cultura, como convocante del concurso, ha eludido su responsabilidad desplazando la atención hacia un jurado tan plural como mediocre; la Unión Internacional de Arquitectos, como instrumento organizador, ha mostrado su incompetencia administrativa y su impotencia institucional; y el Patronato del Museo, como árbitro y protagonista del proceso, ha hecho patente su incapacidad para proyectar con decisión el futuro de una pinacoteca más deteriorada en su estructura humana que en su marco físico». Como es sabido, el concurso volvió a convocarse entre los diez finalistas, y Rafael Moneo fue elegido con un proyecto que conocería versiones sucesivas, y que sería el construido para incorporar el Claustro de los Jerónimos al llamado campus del Prado.

Veinte años después del malhadado concurso inicial de ampliación, el Museo del Prado ha podido incorporar a ese campus otro de los fragmentos que se conservan del desaparecido Palacio del Buen Retiro, en este caso el Salón de Reinos, que durante décadas albergó el Museo del Ejército hoy realojado en el Alcázar de Toledo, y parecía obligado dedicar de nuevo un número monográfico al concurso correspondiente, que en esta ocasión se realizó mediante una exigente convocatoria entre equipos con dilatada experiencia previa en realizaciones museísticas e intervenciones en edificios patrimoniales. Concurrieron 47 de los mismos, y entre ellos el jurado eligió a los ocho que presentarían proyectos, siendo estos Chipperfield, Cruz y Ortiz, Foster, Garcés, Gluckman, Nieto Sobejano, OMA y Souto de Moura, en casi todos los casos asociados con otros arquitectos. El 24 de noviembre se hizo público el ganador, que resultó ser el equipo formado por Norman Foster y Carlos Rubio, que tendrán a partir de ahora la responsabilidad de llevar a término su propuesta. Del jurado —que llegó por unanimidad al acuerdo— formaba parte el autor de la anterior ampliación, Rafael Moneo, así como el director de esta revista, circunstancia esta última que afecta a la objetividad de su juicio, por lo que los proyectos se presentan aquí sin comentario alguno para que sean los lectores los que juzguen.


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