El giro histórico del 24 de febrero suministró una imagen icónica cuatro meses después en Madrid. La invasión de Ucrania por Rusia produjo una convulsión geopolítica que se ha convenido en denominar ‘Zeitenwende’, un cambio de época, y los líderes participantes en la cumbre de la OTAN se agruparon en torno a Velázquez para realizar la foto de familia que expresa su común determinación de enfrentarse a la crisis bélica con un nuevo concepto estratégico que ven en Moscú «la amenaza más directa», mientras Pekín «intenta socavar el orden internacional». Frente a la distensión que marcó los tres conceptos redactados desde el final de la Guerra Fría, el aprobado en la capital española hace sonar tambores de guerra, y arrastra a Europa a la pugna política, económica y militar de Estados Unidos con China. Pese a los esfuerzos conciliadores del taciturno Scholz y el hiperactivo Macron, el documento se alinea con Washington al considerar que la potencia asiática «pone en peligro nuestros intereses, nuestra seguridad y nuestros valores», una declaración reforzada por la invitación al encuentro de Japón, Australia, Nueva Zelanda y Corea del Sur.
En violento contraste con el dramatismo sombrío del momento actual, la cumbre madrileña se orquestó con un programa de visitas turísticas y de celebraciones festivas que parecen poco apropiadas cuando un planeta que todavía no ha logrado dejar atrás la pandemia vírica ve emerger nuevos riesgos sanitarios, contempla un panorama económico marcado por el estancamiento y la inflación, y vislumbra en el futuro inmediato grandes hambrunas y migraciones producidas tanto por el cambio climático como por el deterioro de los intercambios comerciales. A todas estas calamidades se añade la guerra, y no solamente la que asola ahora las tierras ucranianas, sino la que se perfila como un posible conflicto global devastador. La máxima latina ‘Si vis pacem, para bellum’ tiene hoy una trágica vigencia, pero la preparación de la guerra se compadece mal con la fotografía de los acompañantes delante del Guernica picassiano, y es incongruente con la de los mandatarios ante Las meninas. Muy cerca de esa obra se expone en el mismo museo el melancólico Marte velazqueño, y quizá hubiera sido esa mejor ilustración de las tribulaciones de una Europa que no sabe fingir virtudes marciales.