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Más por menos. En momentos de recesión brillan quienes hacen de la necesidad virtud y construyen con presupuestos ajustados sin olvidar la belleza. Tres de los participantes en el congreso organizado en verano en Pamplona por la Fundación Arquitectura y Sociedad bajo el lema ‘Más por menos’ —y cuya obra también se mostró durante el otoño en el MoMA neoyorquino— exponen sus planteamientos en tres entrevistas: el burkinés Diébédo Francis Kéré responde a las preguntas de Llàtzer Moix; el chileno Alejandro Aravena a las de Antón García-Abril; y la francesa Anne Lacaton a las de Estrella de Diego.
Sumario
Llàtzer Moix
Diébédo Francis Kéré,
la lógica local
Antón García-Abril
Alejandro Aravena,
los pies en el suelo
Estrella de Diego
Anne Lacaton,
el lujo del vacío
La otra globalización. De América, África y Asia se muestran seis obras de trascendencia social, participadas por sus usuarios y deseosas de valorizar su contexto desde el respeto al mismo: una escuela infantil que se abre a una comunidad desfavorecida de Bogotá, Colombia; un mercado para vendedores ambulantes en la antigua ciudad minera y hoy centro turístico de Real de Catorce en el altiplano de México; un instituto de estudios islámicos en la universidad de la mítica Tombuctú, Mali; un centro de interpretación de una cultura africana milenaria en un Parque Nacional cercano a Limpopo, Sudáfrica; una colonia residencial para una minoría étnica y religiosa en Karachi, Pakistán; y una pequeña escuela rural construida con tierra apisonada en colaboración con los propios habitantes de la aldea, en Rudrapur, Bangladesh.
Giancarlo Mazzanti
Jardín El Porvenir (Colombia)
Jaeggi y Pfister
Mercado plazoleta (México)
DHK
Instituto Ahmed Baba (Mali)
Peter Rich
Centro Mapungubwe (Sudáfrica)
ARCOP
Conjunto Al-Azhar (Pakistán)
Anna Heringer
Escuela rural (Bangladesh)
Argumentos y reseñas
Matemática musical. El matemático Benoît Mandelbrot fue el ‘padre’ de los fractales, contemporáneos del deconstructivismo; una exposición y un ciclo musical homenajean al compositor y arquitecto Iannis Xenakis.
Arte / Cultura
François Chaslin
Arquitecturas fractales
Eduardo Prieto
Composición y construcción
Continuidades culturales. La galerista Helga de Alvear inaugura la sede de su Fundación en Cáceres, a cargo de Mansilla y Tuñón; y la nueva Llotja de Lleida, de Mecanoo, se inspira en el funcionalismo expresivo holandés.
Javier Montes
La colección en su maleta
Luis Fernández-Galiano
La función de la forma
Vernáculo moderno. Richard Ingersoll se acerca a la tradición popular; Francisco Mangado ahonda en la piel ligera; e Iñaki Ábalos analiza el collage urbano, además de novedades sobre fábricas, ingeniería y el mundo islámico.
Historietas de Focho
Small Scale, Big Change
Autores varios
LibrosÚltimos proyectos
Diagramas residenciales. En el nuevo barrio de Øresund, a las afueras de Copenhague, se alzan dos obras residenciales recientes; ‘la montaña’ es un garaje en altura con viviendas aterrazadas que crean un paisaje en ladera artificial, y ‘el 8’ es una manzana-barrio con planta en forma de ‘ocho’ donde se apilan usos y tipologías, conectados por un paseo público elevado.
Técnica / Diseño
BIG /?JDS
Damero danés
Mountain, Copenhague
BIG
Barrio Moebius
8 House, Copenhague
Para terminar, y con motivo de la entrega de los premios Aga Khan en Doha, Luis Fernández-Galiano desgrana los proyectos acabados o en marcha en Qatar, Abu Dhabi y Dubai; la relación es asombrosa por la acumulación de arquitectos estrella y cifras récord. Pese a su extrema inequidad social, el Golfo está en expansión y por allí no parece pasar la crisis del mundo.
Productos
Puertas y radiadores
Resumen en inglés
More for Less
Luis Fernández-Galiano
Más por más
Luis Fernández-Galiano
Más por menos
Los clásicos aconsejan no desear rosas en invierno. Nuestro mundo, sin embargo, está construido con deseos fuera de sazón, y esos apetitos indebidos gobiernan los mercados y las vidas. La temperatura del consumo regula los flujos financieros y la economía libidinal, en una madeja de redes que oprime o sujeta los cuerpos obesos de los países y las gentes. Desazonados, intentamos entender lo que nos pasa, pero evitamos constatar que nos pasan y nos pesan demasiadas cosas. Ese lastre de objetos innecesarios y necesidades arbitrarias gravita sobre un tejido material y social que se deforma bajo su peso, creando una deuda de deseo tan incandescente y tóxica como la deuda monetaria que hoy nos tiene a todos en vilo, pendientes de contagios que pueden socavar la estabilidad de nuestros ecosistemas económicos. La actual crisis parecía una tormenta perfecta capaz de limpiar el aire de tanta contaminación, pero su violencia feral va creando más bien un desorden selvático, y acaso sólo podamos capear esta tempestad arrojando por la borda lo superfluo. En el territorio de la arquitectura, donde los excesos han sido tan notorios durante los últimos tiempos, dos eventos recientes prefiguran quizá una mudanza de actitudes: un congreso celebrado en junio en Pamplona bajo el lema ‘más por menos’ y una exposición que se muestra desde octubre en Nueva York con el título ‘Pequeña escala, gran cambio’. Ambos defienden una arquitectura que sitúa las necesidades colectivas en el centro de su actividad, y que se pone en suma al servicio de la vida.
Con todo, estas arquitecturas de la necesidad son también arquitecturas del deseo, por más que ese deseo se oriente a la exacta dignidad de lo cotidiano en lugar de a las extravagantes ofertas de lo excepcional, cuyo resultado cuantitativo ha sido una burbuja inmobiliaria que ha devastado nuestros paisajes y nuestras finanzas, y cuya expresión cualitativa ha sido una cosecha de obras icónicas que, con extraordinario coste económico, han promovido la originalidad como el único atributo que otorga visibilidad en la cultura mediática, en demérito de la elegancia silenciosa del despojamiento y la subordinación a las demandas esenciales de la sociedad. Hace treinta años resumía telegráficamente en un artículo de opinión (‘Arquitectura de papel, papel de la arquitectura’) la situación que entonces atravesaba esta disciplina: «En las últimas dos décadas hemos visto el énfasis tecnológico de los primeros sesenta sustituido por la pasión sociológica de los setenta, y ésta a su vez sucedida por el ardor artístico que se configura nítidamente como el rasgo más característico del inicio de los ochenta». Ha pasado mucho tiempo, y aquel ardor artístico encendió una hoguera de vanidades que, extinguido el fuego, sólo deja tras de sí sabor a ceniza. Pero en el malpaís escombrado de escoria por la erupción volcánica de la prosperidad impostada, una nueva generación se esfuerza en ofrecer más por menos, cambiando el mundo y transformándonos a todos con su estética de lo necesario y con su renuncia a desear rosas en invierno.