Dos años después de que se abriera la escuela primaria de Gando la demanda seguía aumentando, por lo que se decidió añadir una ampliación para acoger a más de 120 alumnos.

El nuevo edificio se diseñó siguiendo los mismos principios que alumbraron la primera escuela. Los muros se construyeron de acuerdo a la tradición local pero, en vez de recurrir al adobe, que tras la temporada de lluvias queda muy dañado y debe repararse, se optó por utilizar ladrillos fabricados por la propia comunidad. Estos muros portantes se complementan con vigas perimetrales de hormigón armado. A diferencia de la primera escuela, cuyo techo es plano, la ampliación se cubre con bóvedas tabicadas que favorecen el ascenso del aire caliente. De esta forma, la ventilación natural se promueve no sólo por la disposición pasante de las crujías sino también por la creación de una cámara ventilada entre la bóveda cerámica y la chapa metálica que protege al edificio de la lluvia y la radiación solar. Cada ventana —pintada de rojo, azul, verde o amarillo— cuenta con un amplio alféizar apoyado entre pilastras que ofrece lugares de descanso a los estudiantes. Entre los dos bloques de aulas, un espacio al aire libre con un graderío ovalado sirve como punto de reunión en sombra.