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Sencillez vernácula para el mundo moderno

Richard Ingersoll 
31/08/2010


Pese a que el diseño por ordenador ha vuelto irrelevante la cuestión de los orígenes, uno de los temas tradicionalmente más controvertidos en la teoría de la arquitectura ha sido las fuentes de las formas. ¿Descienden las ideas arquitectónicas de modelos de inspiración divina, o se filtran a partir del genio popular y de sus construcciones, adaptadas a los materiales y a las condiciones climatológicas de cada región? En su libro Pride in Modesty, Michelangelo Sabatino adopta la segunda de estas posturas, examinando los vínculos entre tradición y modernidad durante los dos últimos siglos en Italia. Su investigación defiende cómo el interés italiano por la ‘arquitectura vernácula’ fue una de las principales razones de su incorporación a la teoría de la arquitectura. Sólo hay que considerar el evento que popularizó este concepto, la exposición de Bernard Rudofsky en el MoMA, ‘Architecture without Architects’ (1964), para darse cuenta de que el discurso de este emigrante austriaco surgió de su implicación en los debates culturales de la Italia de los 1930.

El excelente estudio de Sabatino encuadra este interés en la arquitectura popular dentro del contexto del nacionalismo italiano y de la irrupción de la modernidad. La pasión por el folclore que dominó el final del siglo XIX sirvió para forjar una identidad nacional y condujo a una revaloración de los orígenes humildes del diseño. Un movimiento que llegó a su punto álgido en la década de los 1930, cuando los arquitectos modernos, agrupados bajo la etiqueta del ‘racionalismo’, quisieron justificar su estilo en base a la desnudez de las construcciones ‘rurales’. Al comentar sus obras, el crítico Lionello Venturi acuñó en 1933 la expresión «orgullo en la modestia», en referencia a este regreso espartano a la tradición vernácula.

En mi opinión, la única objeción que puede hacerse al libro de Sabatino es su insuficiente atención a la Casa Malaparte, la indiscutible obra maestra que surge de este debate. Si bien se reconoce la intensa actividad intelectual que tuvo lugar en Capri, el autor rehúye estudiar en detalle los orígenes populares de la Casa Malaparte, sugiriendo dudosos vínculos con el Futurismo. La vivienda se alza como un paralelepípedo puro, semejante a los volúmenes desornamentados de los pueblos de montaña del sur de Italia. En el interior, el salón se conforma como un gran espacio al mismo tiempo rústico y moderno, provisto de enormes ventanas que enmarcan el paisaje. Aunque Sabatino atribuye el diseño a Adalberto Libera, se sabe que éste sólo realizó los planos iniciales, mientras que el proyecto definitivo, incluyendo la escalera de la cubierta, fueron decisiones tomadas in situ por el propio Malaparte y por el constructor. El proceso de construcción tuvo lugar, pues, como en muchas estructuras vernáculas: sin la ayuda de profesionales. De haber ahondado en la figura de Malaparte, Sabatino podría haber subrayado la conflictiva relación entre política y cultura popular: Malaparte apoyó el movimiento fascista en sus inicios, pero durante la década de 1930 se opuso a él con vehemencia, siendo exiliado. La casa se finalizó el año del colapso del régimen de Mussolini convirtiéndose, probablemente, en la primera expresión artística de antifascismo.

Pride in Modesty es una investigación original en la que se descubren posturas extremas: desde la cultura académica de Piacentini y Armando Brasini, sumergidos en la tradición con el propósito de aportar raíces mediterráneas a su obra, hasta Giuseppe Pagano, portavoz del racionalismo e interesado en las construcciones populares más por su carácter esencial que por su significación iconográfica. Más problemático resulta el caso de los futuristas, que en teoría despreciaban las formas del pasado, pero que también admiraban la sencillez de las estructuras rurales. Como telón de fondo estaba la arquitectura oficial del fascismo, con su escala aumentada de los estilos clásicos. Muchos arquitectos italianos, sin embargo, consideraban el clasicismo como una especie de síntesis de un gran pasado vernáculo, mezclando sin prejuicios elementos rústicos y clásicos. Tras la caída del fascismo, arquitectos modernos como Libera o Ignazio Gardella se decantaron por la sencillez del neorrealismo, en un esfuerzo por conciliar las técnicas modernas con la escala de las construcciones tradicionales. 

La arquitectura popular, a menudo asociada a posturas conservadoras, conduce invariablemente a interpretaciones políticas controvertidas. En Alemania, el interés por los tipos regionales contribuyó al fanatismo Nazi. En el norte de África supuso un modo de compensar la opresión colonial. Modern Architecture and the Mediterranean, una colección de ensayos coeditado por el propio Sabatino junto a Jean-François Lejeune, recoge fascinantes paralelismos al interés italiano por la arquitectura vernácula: la promoción del Heimatstil a cargo de Paul Schultze-Naumburg, explicada por Kai Gutschow, o las obras en Argelia de Ferdinand Pouillon, de las que se ocupa Sheila Crane, son interesantes muestras de la politización de la arquitectura de carácter tradicional. El volumen también contiene un esclarecedor ensayo de Andrea Bocco Guarneri sobre Rudofsky, que prueba cómo el contacto con el ambiente mediterráneo, así como su colaboración con Gio Ponti y Luigi Consenza en Capri y Nápoles, fueron decisivos en su valoración de la arquitectura sin arquitectos.En la introducción, Lejeune y Sabatino tratan de la influencia de la arquitectura mediterránea en Loos, Le Corbusier o Mendelsohn. También se habla de la importancia de la Casa Malaparte como manifestación de un ‘neopitagorismo’ inspirado en las formas vernáculas del Mediterráneo. Además de Rudofsky, otro arquitecto austriaco, Adolf Loos, aparece con frecuencia en ambos libros como figura que reivindica la aspiración moderna de proyectar edificios tan integrados en el paisaje como los vernáculos. Por último, Sabatino nos recuerda que los dos teóricos más influyentes de la segunda mitad del siglo XX, Aldo Rossi y Robert Venturi, estuvieron muy influidos por lo vernáculo: uno a través de la noción de ‘arquetipo’, el otro desde el concepto de ‘cobertizo comercial’.

Las rápidas transformaciones de la sociedad y la intensa producción de vivienda que han marcado el siglo XX han hecho desaparecer a los constructores vernáculos. Las tradiciones rurales y anónimas que sobreviven sólo proliferan en las chabolas, por lo que el término ‘vernáculo’ha pasado a significar ‘arquitectura de la pobreza’, representando en cierto modo un conflicto de clases. Sabatino concluye: «Más que ignorar los vestigios de un mundo agrario amenazado de desaparición a causa de la industria, los arquitectos italianos buscaron nuevas formas de diálogo creativo con lo ordinario en la ciudad y el campo. Con ello, crearon una modernidad arquitectónica de la resistencia.» Las circunstancias históricas son hoy muy diferentes, con la sostenibilidad como foco de atención a la hora de valorar las construcciones vernáculas, pero la idea de ‘orgullo en la modestia’ aún resulta pertinente, en especial en estos tiempos de crisis.



Libros reseñados:

Pride in Modesty

Modernist Architecture and the Vernacular Tradition in Italy

Modern Architecture and the Mediterranean

Vernacular Dialogues and Contested Identities

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