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Casas materiales. Experimental o extravagante, la arquitectura doméstica refleja en la sustancia material de sus obras el espíritu del momento. Como en la fábula de Los tres cerditos, las opciones son residenciales y vitales: en la capital europea del vidrio se emula a la vanguardia histórica con una versión maciza de ‘la casa de cristal’; en un barrio británico y cerámico se construye una casa de paja ecológica; y en el sur de Francia se levanta una casa textil, mitad instalación artística, mitad invernadero agrícola. Jorge Sainz, Mariano Vázquez y Cristina Díaz con Efrén Gª Grinda comentan estas realizaciones.
Sumario
Kruunenberg y Van der Erve
Espesura esmeralda
Casa Laminata en Leerdam
Wigglesworth y Till
Releyendo a Vitruvio
Casa y estudio en Londres
Roche&Sie
Cultivo artificial
Casa Barak en Sommières
Tema de portada
Doce experiencias ibéricas. Las gemelas portuguesas se diferencian donde permite el solar y exige el programa; el cofre de madera vasco obtiene luz e intimidad con un perfil fabril; la carcasa madrileña opta por una simplicidad metálica e industrial; el estricto cajón catalán remite a la máquina de habitar; el baluarte canario se ancla en la roca y se asoma a la bahía; el hogar gallego rompe sus límites y los hábitos locales con una envolvente ligera; el prisma navarro estalla por dentro sin que se advierta; el refugio andaluz evoca los cobertizos de la fértil vega; la casa-ciudad lusa se crea a partir de un recinto ruinoso; la coreografía de piezas levantina dialoga con el palmeral; la plataforma elevada barcelonesa une y separa dos formas de vida; y el antiguo chalé en la capital española sortea la normativa y se renueva con un traje de tablero.
Arquitectura
Cannatà y Fernandes, Vila Real
Ercilla y Campo, Vitoria
Carmen Espejel, Guadarrama
FFPV, Barcelona
Gutiérrez y Ojeda, Tenerife
Irisarri y Piñera, Gondomar
Francisco Mangado, Pamplona
Martín y Martín, Granada
F. y M. Aires Mateus, Alenquer
Javier Peña, Elche
Roldán y Berengué, Barcelona
Nieto y Sobejano, Madrid
Argumentos y reseñas
Fuentes magistrales. La edición facsímil de los cuadernos de viaje de Le Corbusier en España da a conocer más facetas de sus visiones y sus andanzas; y una monumental monografía de Utzon consagra su condición canónica.
Arte / Cultura
Ángel González García
Viajes de Le Corbusier a España
Christopher Thompson
El rastro de Utzon
Patrimonio y vanguardia. Una gran colección de arte contemporáneo español se instala en el claustro renacentista de un monasterio castellano; y otra vienesa y alemana de principios del siglo xx en un palacete neoyorquino. Javier Hernando
El Patio Herreriano enValladolid
Carlos Jiménez
La Neue Galerie en Nueva YorkVoces de ingenieros. Cecil Balmond pertenece a esa singular estirpe de ingenieros vinculados a grandes obras arquitectónicas; su último libro coincide con otros textos dedicados a la relación entre ambas disciplinas.
Historietas de Focho
Zaera y Moussavi
Autores varios
Libros
Últimos proyectos
En torno a la lectura. Los lectores de los fondos bibliográficos de la región de Sajonia y de la Universidad de Dresde se reúnen en una sala sobria, enterrada e iluminada cenitalmente; los usuarios de la biblioteca municipal del barrio barcelonés de Gracia son bienvenidos con una lluvia alfabética; los vecinos del distrito de Allston, en Boston, disponen en un solo edificio de salas de reunión vecinal, de estudio y de consulta; y los propietarios tejanos de una notable colección de libros la disfrutan en un pabellón luminoso y abovedado.
Técnica / Diseño
Ortner y Ortner
Biblioteca regional, Dresde
Josep Llinás
Biblioteca de Gracia, Barcelona
Machado y Silvetti
Biblioteca de Allston, Boston
Carlos Jiménez
Biblioteca Whatley, Austin
Para terminar, el arquitecto gallego César Portela reflexiona sobre la degradación del entorno en su tierra natal a raíz del naufragio del petrolero Prestige, que ha asolado tantos kilómetros de paisaje natural costero. Productos
Cerramientos, mobiliario
César Portela
Paisajes tras el ‘Prestige’
Luis Fernández-Galiano
Casas materiales
Tocamos los edificios con los ojos. Fatigados por la bulimia de imágenes a que nos somete una cultura hipertróficamente visual, e incapaces de eludir la obesidad o la adicción icónicas, hallamos un alivio inesperado en las representaciones que prometen texturas al tacto, y en los retratos que parecen transmitir la carga grave de la materia. Si Quevedo escuchaba con los ojos a los muertos, nosotros palpamos con las pupilas la resistencia al roce de los muros, la temperatura de los pomos o el peso de las puertas, escarbando con la mirada en el espesor de la construcción como el mendigo revuelve en la basura buscando el brillo inesperado de lo oculto. Ese fulgor que alumbra la retina es sólo valioso cuando hormiguea también en las yemas de los dedos, ofreciendo una redención táctil para los encerrados en la cárcel sin rejas de una caverna de sombras fugitivas.
Cuando la casa resulta ser rehén virtual de un mundo fantasmagórico de figuras fugaces, nos adherimos a su sustancia física con tenacidad obsesiva, confiando inocentemente en que su materialidad nos rescate de tantos espíritus devenidos espectros. Pero sea experimento o rutina, la residencia singular es inseparable de su proliferación urbana, y el mejor proyecto deviene ominoso cuando se somete a una reproducción clónica que el objeto industrial admite sin reparos. Atrapada entre los cuernos de la sociología y el narcisismo, la casa vacila entre la producción customizada y la obra de autor, excavando ensimismada en su materia táctil por ensayar la fuga del círculo vicioso de la imagen repetida en el espejo, símbolo simultáneo de la introspección implosiva y de la multiplicación reiterada que jalonan el territorio familiar de lo doméstico.
Al cabo, el debate de la casa es el del individualismo contemporáneo, un poderoso vector de transformación histórica que ha desanudado los vínculos restrictivos de las estructuras comunitarias tradicionales, liberando colosales energías e iniciativa al tiempo que arroja partículas elementales y autónomas a un campo abierto sin vallas ni caminos. Ese terreno de independencia es una tierra sin roturar, en la que la libertad del espacio sin límites se paga con el sacrificio de la huella, el hábito y la memoria. Por más que algunas casas sean tan excelentes como algunos individuos, la casa como tal exige un urbanismo disperso que destruye el paisaje como la anomia corroe el tejido social. Y el recurso curativo a la materia física de la arquitectura es entonces apenas una ficción consoladora ante el naufragio de una urdimbre colectiva que se desfleca y desvanece en el aire.