En ocasiones los proyectos no surgen de decisiones tomadas libre o arbitrariamente; son consecuencia de circunstancias externas que en principio se manifiestan como un problema. Al deseo inicial de construir una vivienda de nueva planta en una colonia residencial madrileña que data de los años cincuenta, se opnía la realidad de unas restrictivas normas urbanísticas que no sólo prohibían la demolición de un inmueble carente de valor aquitectónico, sino que obligaban expresamente al mantenimiento de los materiales con que se construyó, así como su volumen, coronado por una cubierta a cuatro aguas. ¿Cómo plantear entonces la nueva casa a partir de un concepto radicalmente opuesto al de la existente, conservando al mismo tiempo tanto los materiales como el volumen original?
La propuesta transforma en profundidad el edificio a partir de dos únicas operaciones: un nuevo envoltorio exterior de madera alrededor de la antigua casa, y una espina central que recorre los espacios interiores en toda su altura.
El envoltorio está constituido por una piel de tableros de madera baquelizada de alta densidad. Esta piel queda separada de los muros existentes por una cámara de aire, y fijada a los mismos mediante rastreles de aluminio, lo que permite que funcione como fachada ventilada. La planta baja queda cubierta de modo similar, si bien con paneles de aluminio ondulado. La cubierta a cuatro aguas se reviste de cobre, estableciendo de este modo una continuidad con el color de las nuevas fachadas. En el interior se concentran en un único mueble central —verdadera espina dorsal de la casa—el máximo de elementos servidores de los espacios principales: armarios, biblioteca, aparatos electrónicos, conductos de instalaciones, etcétera, liberando de este modo las plantas. ‘Envolver’ y ‘concentrar’ son dos sencillas operaciones que responden aquí a un problema específico, pero también sugieren posibles soluciones a cuestiones más genéricas que afectan tanto a los conceptos de la vivienda como a los hábitos de la vida doméstica...[+]