El solar previsto para ampliar el Museo Reina Sofía, en la parte posterior del centro de arte madrileño, ha inspirado una solución de vocación mediática, en la que su emplazamiento marginal respecto a la glorieta de Atocha se compensa con una arquitectura que anuncia la actividad de la institución. La imponente masa de la sede actual hace imposible dar continuidad a sus mecanismos compositivos, por lo que se amplía por contraste, con una geometría libre definida a partir de los flujos de tránsito. Una rampa asciende hasta el nuevo acceso, desde el que se descubre un patio ajardinado sobre el que gravita la actuación. Desde este punto de control, se propone un recorrido descendente que rodea el vacío central y va dando acceso a las salas hasta alcanzar la cota común a la zona de protocolo, la conexión con el edificio principal y una cafetería que se apropia del jardín del patio. En los niveles superiores se ubican la biblioteca y las oficinas del patronato, mientras el auditorio y dos aulas, con acceso directo desde la calle, se comunican con el control de entrada. La fluidez formal de este anejo se reviste de ladrillo en la fachada y de chapa en la cubierta, un plano inclinado que se escalona para iluminar las salas, reflejando con pequeños saltos la altura cambiante de los espacios albergados...
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