La memoria habla en estas diez entrevistas a maestros. Tomo prestado el título que Vladimir Nabokov dio a su autobiografía para presentar estas conversaciones, transcritas en forma de monólogos para centrar el foco en los protagonistas, cuya voz propia espero haber sabido reflejar con fidelidad. Los textos se ordenan por la edad del que habla, desde el más veterano —Frank Gehry, nacido en 1929— hasta el más joven —Bjarke Ingels, que lo hizo en 1974, casi medio siglo después—, y en todos los casos salvo estos dos se organizó el diálogo como un recorrido biográfico, desde los orígenes familiares y la formación escolar hasta los últimos proyectos. Este empeño en abarcar la trayectoria toda del arquitecto permite ilustrar el relato con las obras más características de la carrera respectiva, y esta estructura gráfica se mantiene incluso en las dos entrevistas —la primera y la última— donde, como se ha mencionado, el esquema biográfico no se plantea o se desdibuja.

Las entrevistas se han realizado en años recientes, la mayoría en el marco del programa arquia/maestros, pero hay dos excepciones: de nuevo Gehry, con quien conversé en Bilbao en 1997, cuando el Guggenheim estaba próximo a terminarse; y el diálogo con Luis Mansilla y Emilio Tuñón, que tuvo lugar en el pabellón de Barcelona en 2007, con ocasión de la entrega del premio Mies a su MUSAC leonés. Luis fallecería cinco años después —es el único de los protagonistas cuya desaparación tenemos que lamentar al publicarse estos textos— y volver a escuchar su voz produce una punzada dolorosa. Algunas de las conversaciones se grabaron en un estudio de Barcelona, pero otras se filmaron en entornos asociados a los arquitectos —Peter Eisenman en la Ciudad de la Cultura de Santiago, Norman Foster en la sede madrileña de su fundación, Renzo Piano en su estudio de Punta Nave—, y la de Jacques Herzog fue la única pública, realizada en la Fundación March.

Además de los citados, que incluyen dos americanos y cuatro europeos (británico, italiano, suizo y danés), en la relación de entrevistas figuran tres maestros ibéricos —Álvaro Siza, Rafael Moneo y Eduardo Souto de Moura—, de manera que la selección es razonablemente representativa, por más que se advierta la ausencia de nombres esenciales. Las conversaciones se realizaron indistintamente en español o en inglés, y aquí se presentan en los dos idiomas. Hacer hablar a la memoria tiene indudablemente un componente melancólico, y tanto la imagen de cubierta —que usa un lienzo fechado por De Chirico en 1916 pero pintado en 1944— como el grabado de Durero que se reproduce frente a estas líneas —la celebérrima Melencolia I de 1514— comparten el título, que puede leerse también en la basa de la misma figura reclinada en otra obra del pintor metafísico italiano. Melancólica, introspectiva y analítica, la memoria nos habla en estas páginas. Escúchenla. 


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