Opinión 

El auténtico Oíza

Luis Fernández-Galiano   /  Fuente:  Fundación Juan March
30/03/2021


“El auténtico Wölfflin está en el aula.” El gran historiador del arte juzgaba sus clases superiores a sus libros, y es posible que las clases del arquitecto Francisco Javier Sáenz de Oíza sean superiores a sus edificios: el auténtico Oíza está seguramente en el estrado, y su conferencia en la Fundación Juan March en 1986 ayuda a entender por qué. Disperso y divagante, el arquitecto asegura no haber preparado la intervención, que a su término calificará de farragosa, y augura que va a defraudar al público presentando “mi pensamiento si lo tuviera, que no lo tengo”. Pero su inteligencia deslumbrante desborda el desorden, los despistes y los disparates para comentar un centenar de imágenes cuya inevitable ausencia en el audio se compensa con la fogosidad visual del verbo incandescente de Oíza, que va desgranando opiniones contundentes sobre la casa, la ciudad y la vida contemporánea con palabras encendidas que en ocasiones lindan con la pasión violenta. Con ayuda de arquitectos antiguos y modernos — de Alberti o Palladio hasta Le Corbusier o Mies, pasando por Boullée o Schinkel — y una pléyade de pintores que se extienden desde el Renacimiento hasta el surrealismo, Oíza expone su tesis de que los pueblos tienen la arquitectura que merecen, deplora la de una época que sólo hace ciudad para los muertos (al hilo del cementerio de Aldo Rossi), argumenta que el mejor alzado del templo griego es su planta y admira la fuerza simbólica de la Puerta de Alcalá, “por la que no pasan los hombres sino los dioses”. Recogiendo muchas de las anécdotas y observaciones de sus míticas clases en la Escuela de Arquitectura, esta grabación viene a ser un compendio del polifónico y pirotécnico Oíza oral.

Pero los hallazgos inesperados, las comparaciones insólitas y las proposiciones sugerentes se engarzan en un lamento continuado por la falta de atención a la arquitectura en el mundo actual, y su subordinación al resto de las artes, pese a ser la única de ellas que no podemos evitar, porque habitamos en edificios y la ciudad es el escenario de nuestra vida cotidiana. De hecho, elige para su intervención un título que él mismo considera indebidamente extenso, “Las artes y la función integradora de la arquitectura en la creación de un entorno habitable”, pero que expresa su voluntad de situar esa disciplina en el centro del universo artístico –“La arquitectura no es fondo de cuadro, sino fundamento del cuadro”– , su convicción de que la gran arquitectura mejora los paisajes donde se inserta, y su decepción por la baja calidad de los ámbitos urbanos construidos por los planificadores del siglo XX, que nos hacen huir de nuestras ciudades modernas en cuanto tenemos ocasión. La gente no asiste a “las corridas de la arquitectura”, y este desinterés es la causa de la degradación del entorno, que Oíza fustiga con indignación bíblica. Al comenzar asegura que las conferencias son como las corridas de toros: salen bien o salen mal. Esta salió bien.

Fundación Juan March: El auténtico Oíza

Fundación Juan March: Audio de Francisco Javier Sáenz de Oíza


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