Rubí de Bracamonte es parte de una comarca agrícola de aldeas que perdieron hace ya tiempo los rasgos más pintorescos de su carácter; en el borde urbano de este pequeño pueblo vallisoletano, la propuesta explota su condición fronteriza. Un entorno de edificación heterogénea, síntesis orgánica de construcciones residenciales y agropecuarias, no establece pautas estructurales; el proyecto se plantea así con la autonomía geométrica propia de una hacienda agrícola. Una arquitectura contemporánea atenta a las claves del lugar se acoda en la periferia del caserío, siguiendo la linealidad de los campos de cultivo. Su perfil surge en el encuentro de la tierra llana y el cielo abierto, como elemento de referencia en la abstracción del paisaje castellano.

El programa se formaliza en una disciplinada hilera, que se enfrenta al horizonte cultivado. Un zócalo de ladrillo unifica los distintos volúmenes, cuya imagen arquetípica se completa con las chimeneas.

Dos hileras paralelas, de las que sólo se ha construido la de mayor longitud, hacen evidente su vinculación con el terreno mediante un zócalo de ladrillo de aspecto terroso. Sobre éste, una serie de piezas aisladas buscan en la doble escala una imagen singular y necesariamente austera. Con la repetición ordenada de los elementos constructivos de los núcleos rurales, el proyecto explora la capacidad expresiva de las formas primarias y los materiales modestos. Ocho casas adosadas de dos alturas dan forma a las directrices rigurosas de la vivienda de promoción pública. La edificación se alinea con el límite longitudinal del solar que organiza las entradas. Para concentrar el espacio libre en el extremo opuesto y dotarlo así de mayor amplitud, las circulaciones discurren a lo largo de las medianeras, desplegando el programa en la profundidad de la parcela. Sin intentar reflejar el tamaño de las estancias situadas tras ellos, los alzados se componen desde la lejanía. El gran hueco asociado al dormitorio sobre la entrada, o las franjas grises en las que se inscriben los huecos más modestos enfrentados con el campo superan la pequeña escala dialogando con el territorio.

La edificación se alinea con uno de los límites del solar para dejar un jardín en la fachada opuesta. Compuestos desde la distancia, los huecos conectan la amplitud del paisaje con la pequeña escala del conjunto.

Por lo que respecta a su materialización, el proyecto mantiene la sencillez de medios que caracteriza los primeros gestos. El ladrillo a cara vista forma las tapias de separación y los muros de la planta baja, estableciendo la continuidad con el patio; los paños de enfoscado maestrado definen los volúmenes blancos que permiten a cada inquilino reconocer su casa dentro del conjunto, y la teja cerámica cierra la cubierta que se inclina para introducir el sol en la cesura longitudinal del primer piso. Las chimeneas de acero inoxidable terminan por rematar la imagen arquetípica y pretendidamente ingenua de las viviendas, subrayando, como en los dibujos infantiles, la esencia de lo doméstico.


Cliente Client
Junta de Castilla y León

Arquitectos Architects
Julio Grijalba, Alberto Grijalba, Paloma Gil, Eduardo Carazo, Víctor Ruiz 

Colaboradores Collaborators
Alberto Grijalba Grijalba (aparejador quantity surveyor)

Contratista Contractor
Fuenco

Fotos Photos
Ricardo González