Inmersa en  uno de los excepcionales parajes naturales con los que cuenta la provincia de Gerona, la localidad de Olot cuida con mimo su expansión en el terreno circundante para evitar destruir en su crecimiento lo que constituye uno de sus más preciados bienes. En el área de Tussols-Basil —situada entre la ciudad y el parque natural que discurre a lo largo del cauce del río—, una serie de instalaciones dedicadas al ocio y al deporte integran el proyecto municipal que intenta dibujar el encuentro entre el parque natural y el tejido urbano. Junto al camino parcialmente completado y al pabellón del baño inicialmente construido se une ahora la pista de atletismo y próximamente se añadirá el campo de fútbol, dos instalaciones que por su mayor extensión plantearon desde el primer momento problemas para su adecuada ubicación.

En sendos claros de un bosque de roble albar, la pista de atletismo y el campo de fútbol alínean sus ejes en paralelo, deslizándose entre sí para disminuir su impacto visual y separados por una lengua de tierra de origen volcánico. Recientemente concluido, el proceso de construcción del circuito de atletismo estuvo acompañado por la polémica suscitada entre los ecologistas locales, que querían conservar todas y cada una de las especies vegetales existentes, y los atletas que veían en los árboles un obstáculo visual para el desarrollo de los acontecimientos deportivos. Mediando entre ambas posiciones, la propuesta realizada conserva los ejemplares de roble más destacados en el centro de la pista, de manera que el recorrido discurre bajo la luz filtrada por las ramas, transformando las competiciones a corta y media distancia en una experiencia de inmersión en la naturaleza, algo próximo a las carreras de campo a través.

Situada entre un parque natural y el casco urbano, la pista de atletismo minimiza su presencia deslizándose entre los troncos de los árboles; los bancales tallados en la ladera actúan de graderío ocasional.

Con los espectadores situados directamente a pie de pista, los árboles actúan como tamices que alteran la percepción de la pista, con un follaje cuya densidad varía con el transcurso de las estaciones. Tan sólo los cuatro mástiles que sustentan la iluminación artificial de las instalaciones —formados por estructuras metálicas trianguladas que se inclinan dinámicamente sobre la pista— irrumpen sobre el horizonte verde del parque, elevándose como torres vigía que custodiaran la espesura. Los desniveles laterales que proporcionaba la topografía existente fueron tallados en forma de pequeños bancales de contorno ondulado que funcionan como un graderío ocasional en los días de celebración de encuentros deportivos, o como lugar de descanso en el recorrido del parque el resto de la temporada.