EL PROYECTO arranca de la voluntad de construir una piscina en un entorno marcadamente rural, en una parcela donde conviven construcciones como una antigua masía, graneros y un molino. Las características especificas del lugar terminaron por transformar la piscina en una alberca cuya morfología y cuyos límites establecen vínculos claros con la topografía del terreno y con la memoria de la región. El acero fue el material escogido para los bordes de la actuación, mientras que el vaso interior se ejecutó en hormigón de árido blanco, en el que se insertaron elementos metálicos que recuerdan las formas de los nenúfares que espontáneamente crecen en las charcas. La alberca así entendida hace referencia a los cauces naturales de agua donde beben los caballos y a los muros de piedra de los bancales existentes. Se trata, pues, de transformar el carácter de una piscina convencional para hacerla semejante a los estanques que contienen el agua para el regadío y a los abrevaderos. Su pendiente es suave, con poca profundidad, formando una playa de acceso pensada para el juego, no tanto para el deporte y la natación. En invierno no es una piscina en desuso sino que, siempre y en cualquier estación del año, se presenta como una alberca rural.