Para concentrar los servicios de autobuses, hasta el momento dispersos por toda la ciudad, se eligió una parcela del ensanche de Córdoba situada junto a la estación de ferrocarril. Un muro de piedra acota el recinto disponible, de planta cuadrada, y lo separa de las calles adyacentes. Las distintas piezas que integran este importante nodo de transportes adquieren así un contorno nítido dentro del tejido urbano, permitiendo su identificación como lugar público. En el interior del recinto, las piezas principales se acomodan recreando espacios libres propios de la ciudad; los servicios al viajero dejan una estrecha calle junto al perímetro, y un patio circular se abre en el centro de la marquesina sobre las dársenas. Los vacíos característicos del entramado edilicio de Córdoba se convierten así en los elementos estructuradores del proyecto.

El juego entre huecos y macizos organiza el programa y segrega las circulaciones del conjunto. La calle mencionada, estucada en amarillo, enmarca entre naranjos el tránsito de los viajeros y puede servir de lugar de espera a la sombra cuando se extienden los toldos entre sus fachadas. La terminal de viajeros separa este espacio de la zona de tráfico rodado. Las taquillas de información y venta de billetes, la cafetería y algunas tiendas se sitúan en planta baja, ocupando las oficinas del conjunto la planta superior. Una serie de piezas escultóricas se incorporan a los vacíos principales de este volumen. En el vestíbulo central, a doble altura, se expone una obra del Equipo 57, mientras sendos jardines de piedras pintadas por Agustín Ibarrola colonizan las cubiertas del bar y del restaurante, situados en cada uno de los extremos de la planta baja. La importancia de estas intervenciones se revela sobre todo en la penumbra, que crea una iluminación indirecta sobre los paramentos pintados de azul y verde.

Una grieta longitudinal por la que se introduce la luz natural separa la terminal de viajeros de la marquesina que cubre las dársenas. Sustentada por un bosque de pilares, esta losa de hormigón describe el patio circular que caracteriza un lugar de encuentros y despedidas. Con una celosía de piedra artificial en su parte superior, este espacio encierra un área ajardinada desde la que se pueden observar los restos arqueológicos de un arrabal árabe, descubiertos durante las obras y que era necesario conservar. El agua de sus pozos riega las palmeras y crea un pequeño estanque resaltado por una estatua de bronce. El patio anuncia así la esencia de la ciudad desde el corazón de la estación, concebida como un oasis al final del trayecto, que recibe al viajero con la sabiduría de su pasado musulmán.