Centro de cálculo de la Caja Postal, Madrid
Alejandro de la Sota 

Centro de cálculo de la Caja Postal, Madrid

Alejandro de la Sota 


En la propuesta compacta y diáfana que presentó Sota en 1970 al concurso para la sede de Bankunión se concentra su actitud sachlich radical. El proyecto manifiesta una fe inquebrantable en la facultad del material, en este caso el vidrio Thermopane, para constituir la arquitectura. Pero muestra además una convicción firme en la capacidad que posee una idea cristalina para configurar la obra; es una razón medular que contiene inseparablemente la materia física e intelectual del proyecto. Lo demás, entonces, no importa; el proyecto crece con una lógica interna implacable, de la que el arquitecto está ausente. Por ello Bankunión es más bien un anhelo, un paradigma recurrente en la obra de Sota. Nunca podrá construirlo, pero intentará constantemente acercarse a él.

El encargo del centro de cálculo de la Caja Postal es fruto del trabajo oscuro realizado durante años por Sota para la Dirección General de Correos. En el proyecto confluyen felizmente aquellos intereses objetivos del arquitecto, que ya tenía 62 años, con las necesidades y exigencias del edificio. El centro se concibe como una carcasa de ordenador, con el mismo hermetismo de las máquinas que contiene. La construcción oculta parcialmente tres cuartas partes de su superficie en un sótano de tres plantas. De él emergen dos cubos blancos y simétricos que contemplan autistas su entorno disgregado.

Por primera vez, Sota puede disponer del cerra­miento ligero industrial ensamblado en seco que tanto ha buscado y que. a partir de ahora, usará siempre. Emplea dos tipos de chapa, una galvanizada en el semisótano y otra lacada en blanco en los volúmenes emergentes. En el interior, un falso techo de rejilla de acero galvanizado o lacado según el tratamiento del exterior oculta las luminarias y las instalaciones y dilata con su trasparencia las reducidas alturas libres de las plantas. La estructura de acero forma una retícula de 7x7 metros ligeramente desplazada para reforzar la situación excéntrica del núcleo de comunicaciones de ambos cubos, que quedan así orientados. El edificio se construyó para albergar trescientos puestos de trabajo y ochenta ordenadores. Actualmente trabajan en él mil personas con mil quinientos ordenadores. Las máquinas del interior han cambiado completamente. Las sucesivas transformaciones han obligado a desmontar las exquisitas barandillas y los falsos techos, sustituidos por suelos técnicos, ahora imprescindibles. Pero no hay nostalgia; se trata de una máquina objetiva. El carácter atonal del edificio cada vez se identifica mejor con su contenido y es más pertinente. El cubo sigue funcionando... [+]