Central lechera Clesa, Madrid
Alejandro de la Sota 

Central lechera Clesa, Madrid

Alejandro de la Sota 


Entre 1955 y 1969 Sota realizó seis propuestas de centrales lecheras, de las que sólo llegó a construir la madrileña de Clesa. Aunque empezó a trabajar en ella en 1958, el proyecto definitivo es dos años posterior. Por entonces, el talante reductivo de don Alejandro se había decantado ya por una arquitectura más silenciosa: «hoy son los contenedores y abogamos por ellos», afirmó en la memoria de Clesa.

En una amplia parcela industrial del distrito de Fuencarral, el programa se fragmenta por razones higiénicas en volúmenes independientes aunque conectados en las primeras plantas por pasarelas acristaladas. El cuerpo de recogida de leche y los comedores se disponen exentos de la nave central, flanqueada por los muelles de recepción de botellas vacías y de expedición de productos envasados. Su zona meridional alberga las cámaras frigoríficas y la zona de almacenaje de subproductos y mantequería, que abastecen transversalmente el proceso lineal de elaboración. Hacia la entrada del personal, por la avenida del Cardenal Herrera Oria, la central ofrece su imagen más amable y urbana. La fachada acoge las oficinas y el cuerpo independiente de los comedores en un cuidado equilibrio entre las bandas de ventanas y los paños ciegos, que se maclan, superponen e intersecan.

El amplio espacio de producción se divide en dos zonas visuales gracias a las bandas de lucernarios, con la excepción del prisma neto que sobresale en la cubierta del área de esterilización. Punteada en sus cúspides por las líneas de ventiladores, esta topografía de largos tragaluces eslabonados establece un ritmo acompasado, en una secuencia de quebrados dientes de sierra que se apoyan levemente en las líneas estructurales. Hacia el sur, estas claraboyas se materializan en una doble capa de fibrocemento con cámara de aire, ritmada por las líneas de las armaduras metálicas, mientras la pendiente de su zona norte acristalada se aproxima a la altura del sol en el solsticio de verano, evitándose así el efecto invernadero y la luz solar directa.

La escasez del hierro en aquellos años de incipiente reindustrialización condicionó una construcción masiva, de estructura en hormigón pretensado con tirantes de acero y cerramiento de bloques prefabricados en taller, cuyo aspecto calcáreo remarca los grises pilares en Y. Este tipo de soporte simétrico primario que sustenta otro entramado más liviano se volvió a ensayaren el pabellón deportivo de Pontevedra (1966), en donde confluyen la musculosa volumetría de hormigón de la fábrica Clesa con la lírica del acero del gimnasio Maravillas... [+]