ALEJANDRO DE LA SOTA
Trazos biográficosBiographical Strokes
Luis Fernández-Galiano
Las tres vidas de Alejandro de la Sota The Three Lives of Alejandro de la Sota
Kenneth Frampton
Maestro de esenciasMaster of Essences
William Curtis
Del monumento a la máquinaFrom Monument to Machine
Juan Navarro Baldeweg
Construir y habitarBuilding and Dwelling
Los 40 y los 50The 40s and 50s
Vida voluptuosaIn Pursuit of Delight
El placer de la forma: un populismo orgánico
The Pleasure in Form: Organic Populism
Pueblo para el Instituto de ColonizaciónVillage for the Colonization Institute
1952-1956, Esquivel, Sevilla
Casa Arvesú en la calle Doctor ArceArvesú House on Dr. Arce Street
1955, Madrid
Poblado de absorción Fuencarral BFuencarral B Slum-Absorption Development
1955-1956, Madrid
Gobierno CivilCivil Government Delegation
1956, 1959-1963, Tarragona
La abstracción de lo público: diagramas económicos
The Abstraction of the Public Domain: Economic Diagrams
Los 60The 60s
Vida activaIn Search of Strength
El poder de la técnica: la razón del ingeniero
The Power of Technique: Engineering Logic
Central lechera ClesaClesa Dairy Plant
1960-1963, Madrid
Gimnasio del colegio MaravillasMaravillas School Gymnasium
1960-1962, Madrid
Viviendas en la calle PriorHousing on Prior Street
1963, Salamanca
Colegio mayor César CarlosCésar Carlos Student Residence Hall
1967-1970, Madrid
La fábrica de tapices: mallas para construir
The Mat Factory: Grids for Building
Los 70 y los 80 The 70s and 80s
Vida contemplativaIn Quest of Knowledge
El saber de la función: los usos de la caja
The Wisdom of Function: Uses of the Box
Facultad de Ciencias Science Faculty
1972, Sevilla
Centro de cálculo de la Caja PostalPost Office Savings Bank Computing Center
1972-1977, Madrid
Edificio de CorreosPost Office Building
1981-1984, León
Ampliación de los JuzgadosCourthouse Extension
1986-1994, Zaragoza
La levedad del estar: burbujas habitadas
The Lightness of Living: Inhabited Bubbles
Obra esencial, 1941-1996 Essential Oeuvre, 1941-1996
Luis Fernández-Galiano
Las tres vidas de Alejandro de la Sota
Los hombres del Renacimiento aspiraban a reconciliar el placer con el poder y la sabiduría. Siguiendo la tradición platónica que tan bien recogió Plutarco, la vida humana debía reunir voluptas, potentia y sapientia, y ése es el origen de tantas disertaciones de los humanistas en las que se preconiza la emulación simultánea de Paris, Hércules y Sócrates, o bien la veneración conjunta de Venus, Juno y Minerva. En la habitual ordenación clásica ternaria, esta insistencia en la variedad multidimensional de la vida se expresa en ocasiones como ánimo de integrar lo deleitante, lo práctico y lo teórico, en continuidad con los poderes de un alma que se juzga dotada de sensibilidad, fuerza e inteligencia. Tales conjunciones, que recordarán a los arquitectos la venustas, firmitas y utilitas de la familiar triada vitruviana, tenían su expresión canónica en la reiterada presentación de las tres vidas: la vita voluptuosa, la vita activa y la vita contemplativa; tres vidas que, según los casos, aparecen como alternativas, y así se le presentan a Poliphilo en la famosa escena en que debe elegir entre tres puertas que conducen al amor, a la gloria del mundo y a la gloria divina; o bien, en ocasiones, como etapas sucesivas, no muy diferentes de las arcaicas tres edades del hombre —la juventud fogosa, la madurez activa y la vejez reflexiva— que permiten reconciliar lo diverso ordenándolo en el tiempo. Esta última interpretación de las tres vidas es la que aquí se ha elegido como artificio retórico para orquestar narrativamente la biografía profesional de Alejandro de la Sota: una trayectoria testaruda en algunas convicciones esenciales, pero también descoyuntada en etapas por varios quiebros existenciales.
Así, esta reconstrucción filológica y mítica de la vida del héroe se inicia con un periodo presidido por la búsqueda del placer que otorga la belleza, en un itinerario que lleva del folklorismo orgánico de los pueblos a la abstracción de los edificios públicos, en la España introvertida de la posguerra; la segunda etapa corresponde a los años del desarrollo económico, y durante ella el arquitecto, fascinado por los ingenieros, se formula desafíos prácticos relacionados con la racionalización de la construcción y el anonimato coral de los mínimos; en el tercer y último periodo, Sota persigue la sabiduría silenciosa de la función en cajas progresivamente inmateriales, en un proceso de despojamiento y desnudez que anticipa su desaparición física. Premoderna, moderna y transmoderna, las tres vidas de Sota componen tres movimientos de una pieza única y obstinada que se desarrolla durante medio siglo.
Hijo de un ingeniero militar y topógrafo de origen santanderino, Alejandro de la Sota Martínez nace en Pontevedra el 20 de octubre de 1913 «en una casa de piedra», y educa sus dotes artísticas y musicales en el entorno propicio de una familia acomodada y culta, comenzando entonces el dibujo de caricaturas a la manera de Castelao y la práctica del piano que le acompañará toda la vida. Después de cursar los dos años preceptivos de Matemáticas en la Universidad de Santiago de Compostela, el joven Sota se traslada al agitado Madrid republicano para estudiar arquitectura, una dedicación que interrumpe el estallido de la Guerra Civil en el verano de 1936. Al término del conflicto, en el que participa del lado franquista, reanuda sus estudios en la escuela madrileña, titulándose en 1941. A partir de esta fecha y hasta su muerte en 1996 reside en la capital de España, pero esta circunstancia no debilita sus lazos con Galicia, donde su padre, presidente de la Diputación de Pontevedra, posee cierta relevancia, donde sus contactos familiares y sociales le consiguen muchos de sus primeros clientes, y de donde provienen compañeros tan admirados como el coruñés Ramón Vázquez Molezún y maestros tan influyentes en el Madrid de la época como el también pontevedrés Antonio Palacios.
Vida voluptuosa
Entre 1941 y 1947 trabaja para el Instituto Nacional de Colonización, un organismo creado en la posguerra para planificar los asentamientos rurales en las zonas de nuevos regadíos, en un país devastado por el conflicto civil que forcejea por la supervivencia; de esta larga relación laboral provienen también los encargos de pueblos que realiza en la primera mitad de los años cincuenta, donde usa el mismo lenguaje orgánico y amable de las casas particulares y las reformas de locales para tiendas y oficinas. En 1952 se casa con Sara Rius, una joven muy hermosa que le dará siete hijos, y entre ese año y 1956 interviene en varios concursos para edificios públicos cuyas demandas funcionales y simbólicas inclinan su arquitectura hacia la abstracción. Esta etapa de preocupaciones plásticas culmina con el proyecto del Gobierno Civil de Tarragona, un viaje a Berlín que le pone en contacto con la última arquitectura europea y su ingreso en la Escuela de Arquitectura como profesor, tres acontecimientos de 1956 que, en resonancia con el fracaso económico en el país del modelo autárquico, abre un proceso de reflexión crítica que aparta a Sota del esteticismo formalista. Al final de la década, la sequía profesional le mueve a opositar a la Dirección General de Correos, donde obtiene plaza de funcionario en 1960.
Vida activa
El desarrollo económico de los sesenta impulsa la carrera de Sota: se inician las obras largamente pospuestas de Tarragona, y en Madrid comienza la construcción de la central lechera Clesa y del gimnasio Maravillas, dos realizaciones de factura fabril que le permiten extender el diálogo con la ingeniería que había iniciado pocos años antes en los talleres aeronáuticos de Barajas. A la terminación de las obras siguen nuevos encargos en Zamora y Salamanca, así como un conjunto de naves de investigación para el CENIM madrileño, y Sota pide en 1964 la excedencia en Correos, dispuesto a dedicarse plenamente a su propio despacho. En aquel clima de optimismo social y tecnológico, además de continuar sus experiencias con las grandes luces metálicas en proyectos deportivos, inicia la exploración de la prefabricación en hormigón, que ensaya en viviendas unifamiliares e intenta extender a desarrollos residenciales en tapiz, como los proyectados en el Mar Menor y en Orense. Sin embargo, ninguno de ellos se construye, y a esta decepción se añaden al término de la década dos fracasos que dejan gran huella en el arquitecto: el concurso de Bankunión, un edificio de oficinas en la Castellana madrileña, donde no tiene éxito su refinado prisma miesiano de vidrio; y la oposición a una cátedra de Proyectos en la Escuela de Arquitectura, donde sufre un revés que le aleja de la enseñanza para siempre.
Vida contemplativa
Su depresión de comienzos de los setenta le hace regresar a Correos en 1972, y ya no dejará el trabajo de funcionario hasta su jubilación. En esta última etapa de balance y retirada, su obsesión es «la caja que funciona», un contenedor progresivamente inmaterial en continuidad con la propuesta de Bankunión, que tiene su mejor expresión en dos proyectos no realizados, la sede de Aviaco y el museo de León, y que está también en el origen de sus dos grandes obras para Correos, el Centro de Cálculo de la Caja Postal en Madrid y el edificio de Correos en León. La misma voluntad de levedad funcional se percibe en sus proyectos residenciales de esta época, la mayor parte de los cuales no llegará a existir fuera del papel. En sus años postreros se superpone el reconocimiento público, clamoroso ya a finales de los ochenta, con el deterioro físico y el dolor producido por la muerte de su hijo arquitecto. Poco antes de la suya propia, que acaecerá el 14 de febrero de 1996, Alejandro de la Sota firma su último proyecto para el colegio Maravillas, en un bucle de homenaje que cierra su biografía en el lugar donde había vivido su momento más feliz.