El edificio de Villanueva debía recuperarse para poder dedicarse casi exclusivamente a las colecciones, mientras que en la cuña entre su espalda y la calle Ruiz de Alarcón y en el claustro de la iglesia de los Jerónimos había que acomodar nuevos espacios de recepción, servicios auxiliares y técnicos, biblioteca y salas temporales.

Más que el cubo sobre el claustro, la pieza crucial del proyecto es el área que enlaza bajo tierra los Jerónimos y el Prado. En ella se sitúan la recepción de visitantes, el auditorio, la tienda, el café y el restaurante. Con esta disposición se otorga especial relevancia a la fachada trasera del museo, cuyo ábside queda convertido en insólito foco de atención.

El nuevo edificio en los Jerónimos envuelve el primitivo claustro por los lados sur y oeste, manteniéndose éste en su posición original y protegiéndose los sillares con una camisa de hormigón coronada por una montera de vidrio que permite la entrada de luz natural a los espacios que lo rodean y, a través de una gran linterna, a las salas situadas debajo...[+][+]