En el año 1983 se convocó un concurso restringido para ampliar la estación de Atocha, proyecto que implicaba la demolición del paso elevado de la glorieta del Emperador Carlos V, así como la ampliación y remodelación de la marquesina histórica del edificio preexistente, la creación de una estación de cercanías y la construcción de un intercambiador de autobuses y un área de aparcamiento.

La solución de proyecto hizo uso de una nueva plataforma de acceso, situada en la cabecera de la estación y a la que se accede desde la rotonda a que da lugar la intersección de la calle Alfonso XII y la avenida de la Ciudad de Barcelona. Esta plataforma invierte la disposición de los accesos del edificio original, al convertir la fachada naciente de la marquesina en nueva puerta de entrada a la estación.

El desnivel existente entre el edificio y la playa de trenes hizo necesario separar los ámbitos de las salidas y llegadas de viajeros, y asimismo cualificar los accesos a la estación y al nuevo intercambiador con diferentes soluciones arquitectónicas. Así, los andenes —la ‘playa de trenes’— quedaron cubiertos por una sala hipóstila que subrayaba la oblicuidad del trazado ferroviario con relación a las alineaciones establecidas por la marquesina. Por su parte, el intercambiador se ajustó al motivo arquitectónico del cilindro-linterna: el cilindro que es la señal que anuncia a la ciudad la presencia de la estación y además favorece el giro de los autobuses; y el lucernario que anima e ilumina la estación de cercanías sobre cuya cubierta queda situado el aparcamiento. Concebido en estos términos, el proyecto dio prioridad a la continuidad urbana, estrategia cuya validez se vio confirmada con la ampliación acometida más tarde, entre 2007 y 2012.

Este proyecto de ampliación fue motivado por la llegada de nuevas líneas de trenes de alta velocidad que conectaron Madrid con Barcelona y Valencia. La respuesta fundamental consistió en proponer una estación en la que se distinguieran de manera tajante las llegadas y salidas de viajeros, al incorporar al edificio dos accesos a distinto nivel. El objetivo era facilitar el desalojo rápido de los trenes, conectando el acceso con la sala hipóstila de la ampliación de los andenes. Esta sala se resolvió con geometrías alabeadas y color blanco, para establecer un fuerte contraste con el aspecto de la primera intervención, definida por el hormigón y los tonos cerámicos del ladrillo. Con ello se facilitaba la identificación de las distintas fases de crecimiento de una estación a la que, por otro lado, se incorporaron varias intervenciones artísticas, como la inteligente y sensible del pintor César Paternosto en la viga de celosía del nuevo foyer...[+][+]