El nuevo Museo de la Universidad de Navarra parte de la donación de la colección de arte de María Josefa Huarte —hija del empresario navarro Félix Huarte Goñi—, que impulsó la construcción de un centro para exponer estas obras junto a los fondos fotográficos de la universidad. El proyecto incluye además otros espacios sociales con el objetivo de promover la investigación, la docencia y la difusión: un auditorio para 750 espectadores, dos talleres, un restaurante, una pequeña biblioteca, un aula, dos salas de proyecciones, además de oficinas y almacenes, que suman en total una superficie de 11.000 metros cuadrados.

Situado en el extremo noroeste del campus de Pamplona, el museo se separa del resto de los edificios de la universidad y se acerca a la ciudad, invitando a la ciudadanía a formar parte del nuevo centro de arte y revitalizando una zona que se encontraba desocupada. Esta posición le permite, además, disfrutar de vistas panorámicas del espacio verde del campus, en un primer plano, y del monte del Perdón, al fondo. El programa se distribuye de forma fragmentada en volúmenes de tres plantas que se acomodan en la hondonada entre dos pequeñas laderas, de manera que el conjunto se integre en su entorno y minimice su presencia.

Los diferentes espacios se organizan de forma longitudinal a lo largo de un corredor, con un quiebro en el punto medio que separa la zona de exposiciones y el teatro. Las salas, de geometría rectangular, se dimensionan de acuerdo a las obras de arte, de suerte que los giros y las transiciones se produzcan en los espacios intersticiales. El interior del teatro, pese a su considerable aforo, consigue mantener una escala intermedia entre lo público y lo doméstico; la misma que se mantiene en todo el conjunto.

Destacan por su carácter singular las lamas horizontales que rompen la continuidad de los paños ciegos y aportan luz a las salas de exposición a través de una segunda piel de alabastro. La fachada está formada por dos capas de hormigón, una estructural y otra de revestimiento, enlazadas mediante latiguillos de acero inoxidable. Con el objetivo de aportar calidez, el aglomerante de cemento blanco se colorea en masa con tonos terrosos y el material así obtenido se trata en la superficie mediante chorro de arena para conseguir una textura rugosa. El basalto de los pavimentos y la madera de roble de los techos y revestimientos completan la reducida gama de materiales, que se combinan de forma sobria y sin estridencias, de acuerdo a la línea arquitectónica de la Universidad de Navarra.