Opinión 

Voces del Sur Global

Opinión 

Voces del Sur Global

Luis Fernández-Galiano 
01/02/2024


El año de la inteligencia artificial y la guerra de Gaza ha sido también el que ha dejado oír con mayor nitidez las voces del Sur Global. Tras un año de empleo universal de ChatGPT, la IA se perfila en el horizonte como un avance tecnológico extraordinario que va a cambiarlo todo, en un proceso de mutación social y económico esmaltado de riesgos civilizatorios; y tres meses después del ominoso ataque de Hamás contra Israel, la devastación bélica de la Franja de Gaza ha abierto un abismo geopolítico cuyo ciclo de acción-reacción alimenta a la vez el antisemitismo emboscado en tantas sociedades y la islamofobia latente en muchos destinos migratorios. Junto a estos acontecimientos con fecha, la emergencia de un Sur Global alejado en sus prioridades e intereses de los propios de Occidente es un fenómeno más borroso, pero no menos esencial, y que se materializa en cada coyuntura con aristas más afiladas. Ya en 2022 la guerra de Ucrania se percibió por muchos países como un conflicto entre Estados Unidos y Rusia que no les afectaba directamente, y sobre el cual no necesitaban tomar partido, y en los últimos compases de 2023 un número todavía superior de naciones han percibido en las decisiones sobre Gaza una muestra nítida del doble rasero moral de Occidente.

Algunos protagonistas del Sur Global han vivido jornadas singulares: Brasil vio el tránsito de Bolsonaro a Lula, y Argentina de Alberto Fernández a Javier Milei, pero el protagonismo de los dos grandes países sudamericanos se vio lastrado por graves desafíos ambientales y económicos; en contraste, la Turquía de Erdogan celebró su centenario con un creciente aplomo internacional, Arabia Saudí y los regímenes del Golfo hicieron valer su prosperidad petrolera a través de la proyección que otorga el deporte, y la India de Modi se convirtió en la nación más poblada del planeta, y acaso aquella que con más convicción reclama su peso geopolítico. Entre todas las voces, la de China fue la más escuchada, por más que la gestión de la pandemia, las cortapisas a sus tecnológicas y la burbuja inmobiliaria hayan frenado su imparable auge, lo que no le impidió promover la ampliación de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) a Argentina, Arabia Saudí, Irán, Etiopía, Egipto y los Emiratos Árabes Unidos, para formar un bloque ideológicamente independiente de las democracias occidentales, a su vez amenazadas desde dentro por el ascenso iliberal.

La fractura política del mundo, y la revisión de las redes logísticas para enfrentarse a emergencias pandémicas o bélicas, han hecho retroceder la hiperglobalización de la década pasada, valorando la seguridad de suministro por encima de la reducción de costes. El aumento de precios y la escasez han incrementado la insatisfacción y la desigualdad, exacerbando los movimientos populistas en los países centrales y acelerando los flujos migratorios en los territorios periféricos, donde a las convulsiones provocadas por los conflictos se ha sumado el impacto climático de sequías y hambrunas. En este contexto de inestabilidad, la COP28 se reunió en Dubái, y la experiencia inédita de celebrar una cumbre del clima en un país petrolero dio pie a una declaración final en que se insta a prescindir gradualmente de los combustibles fósiles, pero —como allí se subrayó— esa decisión tiene solo el valor que le otorgue su cumplimiento por las partes.

En nuestro ámbito más próximo, Europa ha experimentado retrocesos en su cohesión interna, y las esperanzas suscitadas por la reacción comunitaria a la crisis pandémica de la covid-19 y a la energética de la guerra de Ucrania han tenido el reverso sombrío de la división ante el enfrentamiento entre Israel y Palestina, o del temor ante la pérdida de la protección militar estadounidense que podría suponer su atención prioritaria al Pacífico en el contexto de la pugna con China por la hegemonía, un temor acentuado por la imprevisibilidad geopolítica de un segundo mandato de Donald Trump. Protegido ahora de forma más precaria por la Unión Europea, y ello tanto en el terreno de la seguridad como en el institucional y el económico, nuestro país ha visto incrementarse la división ideológica y política, haciendo más frágiles las estructuras sociales que aseguran la convivencia, y perjudicando la competitividad en un entorno internacional cada vez más exigente.

Descendiendo al campo específico de la arquitectura, iniciativas urbanas titánicas como la nueva capital administrativa egipcia o la ciudad lineal saudí avanzaron en sintonía con las megaurbes asiáticas o las urbanizaciones edulcoradas americanas, y el planeta contempló la culminación de la cuota anual de edificios emblemáticos. Pero en buena parte de las zonas prósperas del mundo, el incremento de los precios inmobiliarios —producido por la multiplicación de los costes de energía y de los materiales tanto como por la presión turística sobre los centros urbanos— dio lugar a importantes tensiones en el mercado de la vivienda, colocando a éste de nuevo en el horizonte de atención de reguladores, promotores y arquitectos. El alojamiento informal, en todo caso, siguió protagonizando la creación de tejido urbano, y las infraestructuras educativas y sanitarias continuaron siendo la inversión más rentable para mejorar la calidad de vida de las poblaciones, así como las expectativas personales de sus niños y sus jóvenes.


Etiquetas incluidas: