Tras un cuarto de siglo en castellano, Arquitectura Viva se hace bilingüe a partir del próximo número, y esta charnela editorial invita a mirar hacia atrás. En este periodo hemos procurado cubrir la arquitectura española y del mundo en su dimensión cultural, técnica y artística, pero también en un más amplio contexto ideológico, político y social. Nuestros índices dan cuenta de esa voluntad ecuménica, acaso inevitable en una revista que desde el comienzo se propuso como una publicación de ‘registro’ más bien que de ‘tendencia’. Y en cuanto al empeño en situar obras y autores en el marco de la historia y los acontecimientos, ninguna muestra tan representativa como el número doble que dedicamos al 11-S, acaso el único ejemplar que merecería rescatarse de una biblioteca en llamas. Pero si queremos mirar en perspectiva el camino recorrido, volver a leer nuestro número primero es el mejor ejercicio para perfilar en la memoria las intenciones iniciales.
Dedicado a la deconstrucción, cuya presentación en el MoMA mi texto introductorio describía como «un tránsito de la repostería a la papiroflexia», el número contenía un extenso artículo de Rosemarie Haag Bletter sobre Frank Gehry y una entrevista con Jacques Derrida, soportes arquitectónico y filosófico de esa nueva sensibilidad; publicaba también un cáustico texto de William Curtis sobre la National Gallery de Venturi, y otro más amable de Peter Buchanan sobre la Previsión de Moneo; y contenía asimismo, entre otros, artículos de Catherine Cooke y Juan Daniel Fullaondo sobre el constructivismo y Oteiza, críticas cruzadas de Juan Antonio Ramírez y Guillermo Pérez Villalta, una entrevista con Peter Greenaway, textos sobre Els Joglars o Mariscal, y artículos sobre un rascacielos de Yamasaki, la oferta de programas de CAD o el último modelo de Lancia; amén de un texto de opinión de Félix de Azúa, ‘Cataluña Titanic’.
Era una revista con peores imágenes y menos documentos técnicos que ahora, pero con un atrevimiento crítico y una amplitud de intereses que quizá se echa de menos en la actual publicación, donde la información meticulosa ha ganado terreno a la curiosidad intelectual y a la opinión desenfadada. Ojalá esta nueva etapa sea capaz de conciliar rigor y frescura, manteniendo su empeño en cubrir el planeta desde España, y situando la arquitectura en el marco más general de la sociedad contemporánea, sus logros y sus lacras, sus éxtasis estéticos y sus agonías éticas. En la reciente Bienal de Venecia, Arquitectura Viva estuvo presente con una instalación, ‘Spain mon amour’, que procuraba hacer visible la crisis que actualmente atraviesa nuestro país, y este número comienza con un texto que recoge nuestra posición ante esta tormenta perfecta, frente a la cual sólo podemos convocar la tenacidad de la inteligencia y el optimismo de la voluntad.