Opinión 

Patrones históricos

Luis Fernández-Galiano 
31/12/2016


Acaso como nosotros, los edificios viven en el tiempo y perecen en el espacio. Se levantan en años o décadas y a menudo permanecen siglos, sufriendo los estragos de los meteoros, el uso o el conflicto, experimentando metamorfosis o mudanzas y al cabo siendo demolidos o desmoronándose sobre el solar que ocupan, dejando tras de sí su memoria en imágenes y sus trazas en el suelo. A estos palimpsestos de obras y relatos llamamos patrimonio, y la intervención en él es siempre un campo de minas ideológicas y estéticas. El culto moderno a los monumentos, como lo denominara Alois Riegl en 1903, ha devenido una genuina religión con teólogos y textos sagrados, amalgamando los valores históricos y artísticos con los de la antigüedad o el carácter memorial, y la tradicional cesura entre la restauración al origen de Viollet-le-Duc y el envejecimiento digno de Ruskin no opone ya catedrales blancas y ruinas, sino prolongación artificial de la vida y eutanasia.

Arquitectura Viva se ha ocupado monográficamente del patrimonio en varias ocasiones, pero en esta última etapa de forma más frecuente. Tras los dos números de 1993, ‘Hacer memoria’ (32) y ‘Monumento nuevo’ (33), el tema no volvió a tocarse hasta 2006 con ‘Pasado presente’ (110). Desde 2010 con ‘Patrimonio Nacional’ (131) el ritmo se acelera, y la revista inaugura su edición bilingüe en 2013 con ‘Transformaciones’ (148), al que siguen en 2014 ‘Palimpsestos’ (162); en 2015 ‘Segunda vida’ (171) e ‘Injertos domésticos’ (176); y en este 2016 ‘Patrimonio industrial’ (182). A los artículos y proyectos publicados en ellos me remito como fuente de información e ideas, pero al margen del juicio que merezcan, si se acepta que las revistas tienen al menos la función de sismógrafos de la opinión, caben bien pocas dudas sobre la creciente importancia de los temas patrimoniales, calibrados por la frecuencia y por la intensidad del temblor de las agujas.

Si Riegl nos abrió los ojos sobre la riqueza formal que puede hallarse en la antigüedad tardía, quizá nosotros debiéramos explorar la excelencia que atesora nuestra modernidad tardía. Aquí se han seleccionado tres trabajos de tres oficinas europeas en Venecia, Versalles y Nueva York, que usan diferentes patrones de intervención en el patrimonio, inscribiéndose como un nuevo capítulo en la historia viva de los respectivos edificios. Y si esta arquitectura es siempre, como alguna vez la he descrito, ‘una historia de violencia’, porque construir en lo construido implica la cirugía de lo existente, también podemos valorar especialmente aquellos proyectos que abordan la transformación patrimonial con la sensibilidad de quien no desea dejar huella agresiva de su paso, moviéndose en el terreno impreciso que separa la inmutabilidad del museo y la versatilidad de lo utilitario, y fundiendo pasado con presente en un tiempo compartido.


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