Si las observamos en imágenes diminutas, ¿qué separa a Jodhpur, el oasis azul en el desierto indio del Rajastán, de la famosa maqueta 1:500 del Shanghai futuro? Se diría que el color es más importante que la densidad para diferenciar estas dos ciudades asiáticas, situadas sin embargo en los extremos de la jerarquía urbana. La continuidad del tejido y la homogeneidad de la construcción otorgan una textura uniforme que las hace semejantes, y ese mismo grano de agregación permite establecer comparaciones en urbes de densidad disímil, como la africana Rhéris, la americana Ciudad de México y la europea Benidorm. Los holandeses de MVRDV imaginaron esta última incrementando hiperbólicamente su tamaño con torres cruciformes—vagamente evocadoras de la ciencia ficción ajada de Kenzo Tange en la Fuji TV de Tokio—, sin comprender que esa mutación tipológica altera algo más que la densidad. Frente a la continuidad indiferente de lo urbano, el protagonismo de la figura edificada construye una ciudad discontinua, de vacíos y objetos heteróclitos que remiten en su rotundidad geométrica al gesto primigenio del colonizador: el contraste entre la belleza convulsa de la metrópolis y la placidez bucólica del campo sigue excitando la imaginación metafórica en un mundo urbanizado...[+]