Todas las arquitecturas son efímeras, pero algunas obras son más efímeras que otras. La pugna de las construcciones contra el tiempo es una batalla perdida de antemano contra la erosión de los elementos, las devastaciones del clima y las destrucciones del hombre: la historia natural de la arquitectura no es otra cosa que una catástrofe a cámara lenta, que los desastres de los meteoros, los conflictos o las demoliciones aceleran a veces. Tanto la firmitas vitruviana como la soliditas de Alberti son expresiones retóricas de una nostalgia de la permanencia que se manifiesta narrativamente en el sueño de una arquitectura intemporal, cuya forma y materia resisten impávidamente las abrasiones del devenir. Pero hay otras arquitecturas y otras obras que asumen desde su inicio una vida tasada, y en la aceptación de su existencia breve de falena reside el atractivo de su proyecto, que se presta tanto a la celebración festiva como a la innovación experimental.

Festivas porque se asocian a la visualización de un evento colectivo, o experimentales porque se emplean para ensayar un material o un proceso, las arquitecturas efímeras tienen una larga tradición, y una no menos extensa historia de menosprecio, ajenas como son al empeño en subsistir que marca indeleblemente los cánones clasicistas de las obras eternas y el tiempo detenido. La modernidad, sin embargo, exaltó lo efímero en lo que tenía de expresión de las mudanzas técnicas y sociales, e hizo de los pabellones expositivos laboratorios y manifiestos de un mundo en mutación, usando su vida escueta para celebrar el cambio, y sus formas provisionales para explorar esos nuevos territorios. Muchas de las obras míticas del siglo pasado existieron sólo durante unos meses, modificando el curso de la arquitectura con unas pocas pálidas imágenes, y ese es el modelo que intentan evocar las numerosas obras efímeras de nuestros días.

La capacidad de transformar mucho con poco que manifiestan esas arquitecturas fue quizá lo que inspiró a Buckminster Fuller para proponer la ephemeralization como el término que describe la tendencia de las técnicas hacia el hacer ‘más con menos’, en una evolución constante hacia el empleo de menos materia, energía y tiempo para lograr las mismas prestaciones. Esa ligereza fugaz está hoy presente en multitud de ejemplos, que entran en diálogo con la ciudad para sugerir nuevos modos de coreografiar los movimientos vertiginosos de la interacción social, o en conversación con la naturaleza para extraer lecciones de inteligencia orgánica y armonía con el latido de la vida. Si la efemérides recuerda los jalones que marcan nuestra existencia en el tiempo, lo efímero celebra en el espacio nuestro tránsito leve, renunciando a la duración obstinada para subrayar en sordina la naturaleza perecedera de los cuerpos y de las fábricas. 


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