El camino que conduce a la imposición de la enseña americana en Basora y Bagdad se inicia en la photoopportunity de Mount Rushmore, donde la war presidency esbozada en Normandía adquiere tonos épicos, y culmina en el ultimátum retórico de Las Azores; y la celebración del fin de la guerra se visualiza igualmente con las imágenes de Bush en traje de campaña aterrizando con un caza en un portaaviones, una dramatización tan falaz e hipócrita que mueve al sarcasmo. Por lo demás, la guerra tuvo los acentos monumentales que corresponden a un conflicto simbólico entre la Babel de los rascacielos, herida por el terrorismo islamista, y la Babilonia cuna de las ciudades. Emblemáticos como el Reichstag envuelto por Christo para limpiarlo de connotaciones ominosas o la cúpula del Congreso amenazada por la propaganda coreana, los iconos construidos del régimen —cuya protección prometían las octavillas americanas— sobrevivieron al conflicto, y tanto los sables del Arco de laVictoria como las hemicúpulas apuntadas del Monumento a los Mártires vieron pasar a los marines y tanques aliados, quedando como cáscaras huecas del poder suní del Baas, que al derrumbarse contempló a los chiíes reanudar sus peregrinaciones a Kerbala, donde el imán Husein murió en 680...[+]