En un solar junto a la Avenida Diagonal, el nuevo Palacio de Congresos configura junto al hotel Juan Carlos I una suerte de puerta a Barcelona de para los que acceden a ella desde la carretera de Zaragoza. Con volúmenes simples, el edificio busca un perfil fácilmente reconocible desde una autopista que se convierte paulatinamente en vía urbana. Para reducir el impacto visual de la masa edificada, el conjunto se configura por agregación de cuerpos alargados transversales a la calle que dejan pasajes entre sí para conservar el contacto visual entre la Diagonal y los jardines de Torre Melina.

La división en tres prismas paralelos de distinta crujía permite una distribución clara del programa, al tiempo que favorece el asentamiento de este edificio en extensión sobre un solar en pendiente. El cuerpo al sur alberga un auditorio con capacidad para más de 2.000 espectadores, cuyo fondo se abre mediante un ventanal al jardín posterior. Anteponiéndose al salón de actos, un vacío de doble altura con los ascensores y la escalera comunica el nivel de entrada con la planta baja, donde se ubica una gran sala de banquetes. Cuatro lucernarios rectangulares dispuestos en espiral perforan el techo sobre este vestíbulo, introduciendo simultáneamente luz de distinta temperatura cromática desde el norte, el sur, el este y el oeste. Al exterior, el uso singular de este primer cuerpo se traduce en el perfil curvo de su cubierta de zinc, que aparece interrumpido por el cajón que alberga el panel para reducir el aforo del salón de actos. La zona polivalente —capaz de albergar tanto grandes exposiciones feriales como recepciones— se sitúa en un cuerpo intermedio en posición, longitud y anchura. Planteado como un espacio modular y neutro, esta ‘caja mágica’ recibe luz a través de dos lucernarios longitudinales provistos de un filtro de paneles verticales de madera de arce. Configurando el frente más dinámico del conjunto, un tercer cuerpo remata la serie con una envolvente plana en la zona correspondiente a oficinas, que se transforma en una fachada de contorno sinuoso en su parte inferior, donde se ubican la cafetería y el restaurante.

El hormigón blanco —usado en los muros de cerramiento y en las complejas estructuras de cubierta— es el material elegido para unificar esta colección ordenada de fragmentos. Un pavimento de cuarcita celeste, empanelados de arce y carpinterías de latón sulfatado aumentan con discreción el cromatismo material de un edificio que aspira a ser el fondo elegante y austero que enmarque el caos visual asociado a ferias y congresos.

Como una puerta de la ciudad, el centro de congresos se ordena en cuerpos transversales a la calle que dejan pasajes entre sí para conservar el contacto visual entre la avenida Diagonal y los jardines de Torre Melina.

Cuatro lucernarios orientados al norte, al sur, al este y al oeste introducen luz de distinta temperatura cromática en el vestíbulo del auditorio, que comunica con la sala de banquetes situada en el nivel inferior del ala sur.

El pasaje entre el auditorio y la sala polivalente se trata como una calle en dos niveles.

Sala de banquetes

Vestíbulo en dos niveles