El encargo contemplaba la construcción de un jardín infantil inspirado en la filosofía y método de enseñanza Reggio Emilia, partiendo de la idea de que la arquitectura puede propiciar y facilitar estos métodos alternativos de enseñanza basados en la experiencia. El edificio cuenta con doce aulas para niños y niñas de entre cuatro meses y cuatro años, y cinco talleres especializados en diferentes áreas de conocimiento.

El proyecto parte así del reconocimiento del espacio de aprendizaje como un maestro más, junto a los padres y los profesores: el ‘tercer maestro’ según el término acuñado por Loris Malaguzzi, fundador y propulsor, tras la II Guerra Mundial, de esta metodología pedagógica. El objetivo es que la escuela, a través de su diseño arquitectónico, sus equipamientos y sus espacios, sea un lugar atractivo e innovador. Según la descripción de Malaguzzi, en esas escuelas «los niños pueden circular libremente por las aulas y los pasillos (...). Cada aula suele estar tematizada y se crean ambientes preparados que inviten al aprendizaje, la experimentación, la comunicación y la investigación». Este enfoque busca brindar a los niños un ambiente de aprendizaje propicio, dinámico y funcional, diseñado a su medida. Los espacios son pensados y distribuidos de acuerdo al tamaño de los niños y a sus necesidades, permitiendo la interacción y favoreciendo la colaboración, el trabajo en equipo, la integración de la familia y, sobre todo, la confianza en la capacidad natural de los niños.

El proyecto construye un extenso perímetro sombreado que acoge el programa educativo, y en el que el edificio ‘flota’ para que la zona central sea lo más permeable posible, permitiendo que el jardín penetre en el interior. Se propone un sistema modular que genera ambientes versátiles y abiertos, donde tanto las aulas como los espacios de circulación, los patios y el espacio exterior están pensados para responder a la diversidad y complejidad de las actividades, y donde se crean ambientes pedagógicos (tematizaciones) en vez de sólo edificaciones. Estas tematizaciones pueden cambiar en el tiempo sin afectar a la estructura organizativa. La aparición de vacíos entre las aulas maximiza la cantidad y calidad de los espacios destinados a la formación, pues esos vacíos de diferentes escalas actúan como prolongación de los interiores, como lugares de recogimiento, de congregación o de encuentro; cada patio puede tener una temática educativa, sensorial o lúdica convirtiéndose en un instrumento didáctico, haciendo así de la arquitectura un instrumento educativo para los niños...[+]