Los dos grandes ensanches urbanos españoles (Barcelona y Madrid) comparten un rasgo común: la regularidad del trazado de sus calles convive con la irregularidad de las parcelas en el interior de las manzanas. Ello ha producido —y sigue produciendo todavía hoy— ese curioso efecto de fachadas más o menos uniformes y ordenadas que ocultan una composición accidental y torturada en planta. Pero esas mismas condiciones, muchas veces más irracionales que restrictivas, han forzado a muchos arquitectos a dar lo mejor de sí y a sacar el máximo provecho de los principios compositivos tradicionales.

El caso de este proyecto es un claro ejemplo de resolución de un solar imposible. Los túneles ferroviarios de su subsuelo impedían, en principio, elevarse por encima de las dos plantas, y su exigua profundidad lo convertía en una estrecha banda de locales en enfilade iluminados sólo por un lado. Sin embargo, a primera vista, la maqueta del proyecto de Tusquets, Díaz y Asociados tiene un aspecto tradicional en lo que se refiere a la composición horizontal y vertical de sus fachadas. Pero un examen más atento revela algunas sutilezas en la resolución de sus agobiantes problemas.

Por ejemplo, la solución estructural de apoyos centrales y voladizos (para salvar los túneles inferiores) hace que la fachada no apoye, ni física ni visualmente en el suelo. Sobre la primera planta porticada se extiende una galería comercial totalmente abierta a la calle, que de noche se verá como una franja ininterrumpida de luz separando los arcos inferiores de los muros y los miradores superiores.

Asimismo, la decreciente profundidad del solar obliga a ir variando el tamaño de las habitaciones, por lo que en la fachada se han establecido dos cuerpos con distinto ritmo que están articulados mediante una torre, motivo que se repite igualmente en las rótulas de las esquinas. El cambio de ritmo de las dos partes de la fachada se resuelve en el pórtico, duplicando los soportes en una de ellas: una elegante solución de sabor casi palladiano... [+]