En una urbanización al sur de Madrid con un campo de golf y difuso carácter urbano, la traza del edificio se impone al vacío del entorno haciendo que el programa se relacione con los elementos del paisaje que merecen mayor interés. Para ello se definen sus posiciones y se conectan con las diversas estancias de la casa en cada uno de sus dos niveles: desde el salón, las montañas y desde la terraza y el dormitorio, el casco antiguo y la vega.

De estas relaciones aparecen vaciados, como los huecos del garaje y el acceso en la planta inferior con conexión a la calle, y las terrazas del salón y la cocina vinculadas a la parcela. En la planta superior se garantiza la privacidad con dos terrazas al Norte, abiertas al cielo y plantadas con la colección de cactus de los propietarios, y otra hacia el Sur, donde el deseo de relacionarse con el paisaje lejano da lugar a diversos huecos tamizados. Igualmente, la voluntad de enfocar desde la casa lugares específicos del entorno en situación de ortogonalidad define la geometría de los diferentes planos de vidrio. Al unir los vértices de encuentro de todos estos puntos singulares surge una geometría tridimensional que rige las propiedades internas de la vivienda a modo de red constructiva de gran precisión.

La organización de la vivienda se lleva a cabo sin divisiones internas, pero otorgando un carácter y función propios a cada espacio. Así, la separación de usos se consigue mediante un elemento serpenteante que define los perímetros de cada programa alrededor de un espacio central de doble altura. Dicho elemento alberga la escalera y todas las instalaciones y flujos del edificio, proporcionando en ambas caras experiencias diferentes: una piel tornasolada variable con la luz y otra piel espejada que multiplica perceptivamente los espacios. El vacío central del salón, al que vuelcan todas las estancias de la casa, se perfora con huecos a diferentes alturas para permitir relaciones visuales complejas.

Paralelamente, las fachadas adoptan estrategias específicas según su orientación: al Oeste se han tallado unas perforaciones estrelladas para atraer el sol de poniente y restringir las vistas; al Sur, una malla de metal expandido protege del sol e impide que impacten pelotas de golf en el comedor y las habitaciones, que se relacionan con el exterior mediante huecos abatibles y geométricos; al Este, la fachada ciega de hormigón se ha radiografiado con la geometría de base, garantizando la intimidad y sirviendo de evacuación de parte de la cubierta; y al Norte, piezas de mármol verde lanzan un mensaje publico recordándonos que, posiblemente, el tiempo del lujo ha concluido. 


Cliente Client

Juan Carlos Zafra, Miguel Ángel Uceda

Arquitecto Architect

NO.MAD Arquitectos:

Eduardo Arroyo

Colaboradores Collaborators

David Rodríguez, Lars-Sebastian Dillner; Alfonso Cuenca, Nati Cobos (aparejadores quantity surveyors)

Consultores Consultants

Joaquín Antuña, Alfonso Robles (estructura structural engineering); INECO 98 (instalaciones mechanical engineering)

Contratista Contractor

Santamaría-Ayuso

Fotos Photos

Roland Halbe, Miguel de Guzmán