La casa-S aborda la construcción de una vivienda sin recurrir a los tradicionales estereotipos sobre la familia que han dejado de tener vigencia ante la actual diversidad de programas y la identidad cada vez menos precisa de los vínculos y jerarquías que se establecen entre sus miembros. Situada sobre un solar en las afueras de una ciudad de provincia, la residencia acoge bajo el mismo techo a seis personas pertenecientes a tres generaciones distintas; padres, abuelos y dos hijos. El programa requería dormitorios para cada pareja dotados de un alto grado de privacidad, así como un amplio espacio común con cocina donde los seis ocupantes pudieran relacionarse y comer juntos.

Con el fin de materializar este conjunto de demandas, se ha planteado un volumen cúbico que contiene en su interior un núcleo compacto en el que se alojan las diferentes estancias. Sobre los dormitorios, situados en los cuatro cuadrantes de la planta baja, se encuentra la plataforma que se utiliza como sala de estar, la cocina y un aseo. Alrededor de este elemento central se dispone un corredor perimetral de doble altura que conecta todos los espacios y actúa como filtro climático con el exterior. Esta galería protege los espacios más íntimos forzando una distancia física con la calle, desde la que se hace imposible apreciar las actividades que tienen lugar en el interior de la vivienda.

Una envolvente abstracta recorre el perímetro exterior protegiendo todo el conjunto. La piel muda de policarbonato ondulado no se emplea como mecanismo de oposición o negación de lo urbano, sino como atuendo de normalidad. Con ella, la casa esconde su identidad compleja y se integra sin conflictos en el trazado urbano. Las divisiones interiores entre el pasillo y las habitaciones se realizan mediante puertas plegables de madera que permiten regular la luz y el grado de privacidad de los espacios, posibilitar o bloquear las relaciones entre ellos e incluso ampliar el tamaño de las estancias colonizando parte de la galería perimetral. De este modo, el proyecto hace hincapié en definir qué ámbitos se conectan y cuál es la naturaleza de los vínculos que se establecen entre ellos, en lugar de insistir en la fragmentación del programa o en la reformulación de los atributos de la domesticidad.

El uso predominante de la madera en los acabados interiores genera ambientes cálidos bañados por luces tenues y difusas cuya intensidad se puede modular manipulando las lamas de madera del salón o las particiones de la planta baja. Gracias a ello, se evoca la atmósfera de una casa tradicional japonesa sin emplear alusiones explícitas.